Capítulo XXI: Enfrentamiento

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Pasaron dos días para que el lugar volviera a la vida

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Pasaron dos días para que el lugar volviera a la vida. Max, Johana y la señora ingresaron a la casa luego de medio día, a escondidas, pues la ciudad se había vuelto un infierno. Reportes de desapariciones, toques de queda, monitoreo constante de la policía y más fue lo que me contó Diego luego de salir y dejarle mi carta por la madrugada a mi madre.

Todo parecía normal. No se le notificó de la situación actual a Johana y mucho menos a la madre de Alexa por temas de salud. Le dejamos una habitación para descansar a la pobre señora y luego nos reunimos todos en el cuarto de Clementina.

-Pensé que nunca me iban a llamar -comentó entre risas Johana mientras nos contaba todo lo que había hecho sola mientras caminábamos por el pasillo.

-Bueno, ya estás aquí. -le respondió Max sin mirarla directamente.

-¿Y dónde está ella? -preguntó un tanto ansiosa la morocha.

-Ya llegamos a su habitación. - le respondí seco, sin observarla y con un ligero temblor de manos.

Asintió alegre, apurándome a cruzar el umbral y dejarle pasar para mirar a su mejor amiga. Diego no hizo acto de presencia en aquel momento, se excusó diciendo que aquella batalla no era suya, y era verdad. El momento de encarar a Johana y contarle todo lo sucedido había llegado.

Tan pronto la vio se quedó quieta, sigilosa, probablemente buscando no alarmar su sueño. Luego fue un roce, un ligero movimiento y palabras suaves llenas de confort. No hubo respuesta. Clementina solo estaba ahí, durmiendo, en un coma inducido por el mismo ángel y sin la menor idea de su regreso.

Está soñando.

Pero soñar es peligroso, aun cuando se le dio la opción de aliviar su dolor con una realidad alterna en su subconsciente, era decisión de ella volver con nosotros o morir ahí sin dolor.

-¿Por qué no despierta, Camila? - me preguntó con el rostro descompuesto.

-Yo tampoco lo sé -. Mentí. No había necesidad de enredarlas más en mi propia mierda.

Apretó su puño mirando fijamente el suelo mientras algunas lágrimas escapaban y se resbalaban por sus mejillas. Pasaba de verla a ella y luego mirarme a mí, endureciendo su expresión entre cada movimiento. Estaba furiosa.

-¡TENÍAS QUE CUIDARLA, CAMILA! - logró expresarse sin moverse de su lugar.

-Lo siento.

Lo siguiente que sucedió fue un acto de violencia. Johana no pudo suprimir más su ira, su coraje, la frustración que le provocaba ver de esa forma a Clementina. Y lo entendía completamente dado que para ella se trataba de su persona más preciada. Recibí sin queja el primer puñetazo.

Pronto yo también estaba llorando, discutiendo fervientemente con Johana, esquivando y devolviendo cada golpe. Sin intervenciones. Solo nosotras dos. Tiré de ella, llena de envidia por sus sentimientos tan puros y sinceros a la pequeña Clement.

AmeliaWhere stories live. Discover now