Preludio

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¿Sabes cómo nacen las leyendas?

Son historias que se transmiten de boca en boca, con la verdad distorsionada y las desgracias exageradas. Nadie sabe quién fue aquel que la origina, ni el inicio de esta cuando relata la vida de un ser humano, solo nos acompaña por un tiempo. Llenando de esperanza o temor a quienes la escuchan. Y esta historia trata de una mujer que se hizo leyenda e infundió terror en el corazón de muchos hombres.

Amelia Di Verydnia, la reina de sangre.

La conocí cuando todavía era una cría de nueve años, tan pequeña y frágil, llorando en la esquina de una calle por la triste realidad en la que se veía rodeada. Una niña de una familia noble que había caído en bancarrota y se encontraba a unas horas de ser entregada como sirvienta al castillo, enfrentándose al hecho del nulo cariño que tenían sus padres por ella y el infierno que terminaría siendo acabar en las tierras del rey que ama los niños.

Yo me encontraba caminando entre los transeúntes como la sombra, desapercibido e insonoro, pero ella fue capaz de verme y rogar por consuelo con solo una mirada. Así que me detuve y me acerqué a ella, mirando como este hecho desencadenaría su destino, regalándole un pedazo de pan caliente y una promesa que no sabía si podría cumplir. Luego de ello me mantuve cerca, vigilándola con constancia y protegiéndola desde las sombras. Siendo un espectador en su vida y apreciándola en silencio.

Se aferró a la vida con uñas y dientes, peleando con quien se interpusiera en su camino y manteniéndose siempre con la cabeza en alto. Era una niña, que se vio obligada a madurar y enfrentar la crudeza de la vida. Y por eso se aprovechó de las deficiencias que existía dentro de la familia real de Folgue, aquel pequeño reino de dónde provenía Amelia, eliminando a sus enemigos y obteniendo un pase a la gloria.

No le dolió haber engañado a una joven princesa cuando cumplió doce años, y mucho menos le afectó encajar aquel cuchillo en el esternón de la misma princesa cuando se encontraba al desnudo y desprotegida. Aguantó años de abuso físico y verbal por parte de los nobles y sirvientes que vivían ahí dentro, vanagloriando la vida aristocrática y denigrando a los niños que eran ofrecidos por un par de monedas de oro.

Fue luego de esto que tomó las prendas de la heredera de Folgue y caminó con orgullo al lugar donde se encontraba Cedric, el rey de Verydnia, que buscaba unificar al continente basándose en la conquista. Ya no había nadie vivo para ese momento que la pudiese delatar como una farsante, una dama que fue ofrecida al rey y luchó; ahora sería la nueva princesa de Folgue, quien acudía por voluntad propia al hombre que atacó su reino y eliminó a la nobleza de aquel lugar.

Para sorpresa de Amelia, sus planes no salieron como esperó al inicio, viviendo sometida y apresada por el deseo de Cedric, un hombre que hacía realidad el adjetivo de tirano.

Aun cuando se entregó con señal de paz a las tropas de aquel tirano, en busca de realizar un acuerdo que fuese beneficioso para ambos, Amelia solo obtuvo una vejación como recompensa y el peso de las cadenas en sus tobillos y muñecas. Había pasado de ser una estafadora a una esclava de guerra con valor político.

Las primeras noches el tormento fue su compañero, huyendo de los muertos en sueños y de Cedric cuando se mantenía despierta. Su cuerpo y voluntad habían dejado de pertenecerle, sumergiéndose en una depresión e inculpándose por ser una mujer egoísta y avariciosa. Buscando la redención en las palabras de Dios, hasta darse cuenta que si ella no hacía algo por salir de aquel hoyo donde había entrado por voluntad propia, jamás lograría encontrar un poco de paz y satisfacción contra la facción aristocrática y el rey Cedric.

Tres años después fue capaz de encontrar personas que la apoyaran, aunque cuando sus intenciones no eran honestas, eso no era de importancia en el flujo de su vida. Había eliminado a su vieja versión y una nueva se imponía ante los ojos del reino, era ahora la mujer que influía en el curso del pueblo sin tener la corona consigo. La mujer que se había vuelto una asesina y espía por vocación propia, eliminando cualquier factor que le impidiera hacerse del poder, inclusive la opción de concebir niños.

Pasó de cama en cama, de fiesta en fiesta, recolectando información y derramando la sangre de aquellos hombres que en un punto la habían criticado con desdén y tuvieron la osadía de ir en contra de los deseos del actual rey regente.

Pronto los rumores sobre una hermosa dama de sangre circulaban dentro de la facción noble, una persona con grandes habilidades y apariencia atractiva que embelesaba a cualquier mortal. Y no era mentira.

No había competencia para Amelia, era la única dama y persona que podía acompañar y suplir al rey en caso de algún accidente. O eso pensó hasta que conoció a Isabel II, princesa del reino de Ygros al norte del mapa, quien llegó con la oferta de un matrimonio política que beneficiaría ambos reinos.

No era rival para ella.

Pero terminó ganándose el corazón de aquel tirano que la había convertido en lo que era, una asesina. No sintió celos ni rabia porque aquel hombre amara y compartiera tiempo con otra mujer noble, era una bendición que pudiera deshacerse de la garrapata que la chupaba hasta el cansancio. El problema vino cuando la palabra bebé y heredero aparecieron sobre el tablero.

Ella no podía concebir hijos, lo que le hacía incapaz de adueñarse legalmente del trono de Verydnia, así que no tuvo más opción que deshacerse de aquel par de amantes y quedarse con un hijo que no era suyo para ganar. Se reunió con regularidad con Isabel, llenando de regalos y halagos a su persona con el fin de obtener su confianza; y no es que la mujer embarazada fuera mala, pero la ambición de la dama de sangre era más grande.

Fue un veneno imperceptible el que terminó con la vida de Cedric, una fórmula que ingresó al cuerpo de su compañera de reuniones y lo debilitó hasta dejar de respirar. Su último suspiro salió el día que nacía su heredero, burlándose en su cara y llevando consigo a la orden de caballeros para apresar a Isabel por el delito de asesinar al rey.

No hubo nadie que fuera capaz de llevar la contraria, para el pueblo Amelia era la mujer que daba su vida al rey y terminó desplazada por una extranjera de apariencia delicada. La ejecución fue pública, pero el niño recién nacido se preservó, era el único heredero del rey y debía de ser salvado.

—A partir de hoy y hasta la muerte, este es mi hijo —indicó la reina Amelia, estando en lo alto de la plaza y cerca de su castillo —El heredero del reino de Verydnia, Thiago.

Dieciocho años después, en esa misma plaza la reina de sangre sería ejecutada públicamente, bajo los cargos de traición y tiranía por orden de su hijo. Y yo rompería las leyes del cielo para salvar su alma. 

AmeliaWhere stories live. Discover now