Capítulo XXIII: Reina De Sangre

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Recuerdo haberme mentalizado para esta situación, sentirme preparada y lista para el acto que iba a cometer

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Recuerdo haberme mentalizado para esta situación, sentirme preparada y lista para el acto que iba a cometer. Era la venganza que deseaba desde que reviví dentro del cuerpo de Camila, la promesa que hice bajo el cielo soleado y la situación que aliviaría mi rabia. Pero no estaba funcionando así.

La ira me carcomía, el control que alguna vez desarrollé salió de viaje, se fue lejos de este cuerpo, de esta alma. Y eso no significaba que fuese mala, solo un poco desquiciada. Pero cómo no estarlo, toda mi vida se basó en mentiras, en estrategias, en atentados, y esta segunda oportunidad no fue la excepción. Crecí con esto, no lo niego. Pude conocer al fin lo que era el amor de madre, las risas entre amigos, lo nocivo que podía ser un enamoramiento, así como los límites de las personas, pero, aun así, yo ya no era una persona cuerda.

«Jódete Max»

Y una vez inhalando aire di rienda a mi venganza.

Cansada del llanto lleno de hipocresía y falsedad que me regalaba Alexa tiré de sus mechones, obligándola a mirarme y escuchar todos sus pecados. Quizá no era Dios ni mucho menos una creyente, pasa que no es necesario tener alguno de estos títulos para castigar la mierda que era ella.

— Parece que no entendiste, ¿verdad? —le cuestioné trazando círculos en su mejilla —Tú aquí no tienes a quién rezarle. Ni Dios o el Diablo tienen motivos para interceder por ti.

Su llanto había disminuido en conjunto de los gimoteos. Desconocía si entendía lo que le decía, con aquella mirada perdida. Maldita perra, todavía no empezaba con mi espectáculo y ya se había roto. Con coraje solté una bofetada a su mejilla izquierda, tratando de traer su cordura de vuelta.

— Diego. —llamé al rubio insípido que me miraba desde lejos, estaba segura que le cabrearía mi petición dado el trato que pactamos anoche — Devuélvela.

— No. —se negó al instante mientras miraba con asco a la pobre de Alexa.

— No te lo pedí. —le remarqué mientras volvía a jalar el largo y desprolijo cabello de la pelirroja —Lo harás, porque aquí quién pone las reglas soy yo.

Una vez aclarada la situación que nos envolvía a los tres – Max, Diego y yo – terminó accediendo de mala forma. Se acercó y tomó la cabeza de aquella perra roja con su mano derecha, sujetándola con firmeza y dejando ver una especie de luz blanca. Pequeña, ligera, imperceptible. Cinco segundos después Alexa despertó.

Como quién regresa a la vida luego de una pesadilla cruda observó su alrededor y empezó a tocarse.

Fue tan solo un instante, una fracción de segundo, donde me dejó apreciar el terror que le provocaba verme parada a lado suyo. Intentó encubrirlo mirando en otra dirección, desviando su atención del problema que la envolvía actualmente.

— Alexa.

Susurré al viento, provocando que su cuerpo temblara y encajara en el asfalto sus uñas. Sonreí satisfecha por la respuesta, era conveniente tener a tu merced un ángel con la habilidad de sanar a humanos, volvía el castigo en un acto más excitante.

AmeliaWhere stories live. Discover now