016-Aprendiendo a usar la espada

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Era un día tranquilo en Skye, el sol iluminaba cada rincón de la isla y una brisa suave peinaba los árboles y plantas en ella.

El bosque disfrutaba de su bella calma hasta que una joven azabache se abrió paso por entre los árboles corriendo a toda velocidad, el corazón le palpitaba rápidamente y su pecho subía y bajaba gracias a su respiración agitada, a medida que sus botas chocaban con el suelo ella checaba a izquierda y derecha las copas de los árboles y se mantenía atenta a cualquier ruido viniendo detrás de ella.

Siguió corriendo y después de unos minutos pudo ver el río con el camino de rocas a lo lejos, en ese mismo momento pudo oír a alguien acercarse por atrás. Sonrió con confianza y aceleró el paso, el río cada vez estaba más cerca, y a un metro de caer en el agua, salto.

Aterrizó y rodó para continuar corriendo, se escondió entre los árboles. Su pecho subía y bajaba y su corto cabello azabache caía sobre su rostro. Apartó los mechones y se enderezó yendo a un árbol para reposar un rato cuando un ruido en las plantas cerca de ella la volvieron a alertar.

Alzó su guardia y camino al centro del espacio entre los árboles, volteando a todas partes cada segundo que podía. Otro ruido vino de los arbustos a ella y se preparó para cualquier cosa, un ruido más cerca y colocó su mano derecha donde yacía la daga que traía con ella.

Los arbustos dejaron de moverse y de ahí salió una pequeña serpiente albina, la ojinegra se relajo, solo era una serpiente, para su suerte, no venenosa, tal vez había huido del cuarto de...

Se tenso al unir los puntos y de volteo rápidamente esperando poder enfrentar a su enemigo pero este fue más rápido y la sometió a una llave por detrás.

—Después de haber vivido toda tu vida aquí, pensaría que ya sabes que no hay muchas serpientes que digamos, Sarada

—No me subestimes Mitsuki, solo pensé que habías descuidado a una de tus queridas amigas —respondió la chica mientras lo pateaba y cambiaba para verlo de frente. Ambos comenzaron a caminar en círculos, negro inexpresivo se topo con el místico ámbar.

Sarada atacó primero con un golpe de frente, el peli celeste la esquivo y trato de responder con un golpe cruzado.

A medida que los minutos pasaban, ambos niños trataban de ganar la ventaja uno sobre otro hasta que la chica tropezó.

—Parece que yo gané —exclamó el chico viendo con una sonrisa a su amiga en el suelo, ella le respondió.

—Si, eso parece —de un segundo a otro levantó tierra hacia sus ojos. Mitsuki no perdió el tiempo y se cubrió los ojos para evitar que el polvo entrara a sus ojos. Lentamente volvió a abrir los ojos solo para encontrarse con una daga en su cuello.

—Pero al final...gane yo —termino por decir Sarada mientras dejaba que una pequeña risa escapase. El pálido oji ámbar levantó sus manos rendido.

Sarada retiró la daga y acompañó a su amigo por su pequeña serpiente albina.

—Sigo sin entender cómo es que obedecen todas tus órdenes —comentó la azabache viendo como el reptil subía por el brazo izquierdo de su amigo y este lo alimentaba.

—Dicen que las serpientes albinas representan suerte...y no se, tal vez es porque las cuido desde su nacimiento —respondió el chico a su amiga con una sonrisa tranquila es su rostro, ella rodó los ojos y a medida que conversaban comenzaron a salir del bosque.

Al llegar cerca de la casa, lograron oír lo que parecían ser espadas chocando entre sí, ambos preadolescentes se vieron entre sí sonriendo y luego echaron carrera a donde venía el sonido.

Dinastía de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora