040-Tiempo

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El camino al castillo, a ojos de Boruto, fue tranquilo y agradable.

Luego de asegurarse, personalmente, de que la señorita Naori estaría en buenas manos antes de emprender camino de regreso a su tierra natal y esperar a que Mitsuki apareciera después de...hacer lo que sea que fue a hacer esta vez, dejaron el puesto de vigilancia a la entrada de la ciudad para ir al palacio que consideraba su hogar.

Admitía, que al principio estaba algo nervioso y consideró volver a usar la seguridad y el viaje de la chica como excusa para retrasar aún más su llegada, pero al final se convenció a sí mismo de lo contrario. Las cosas no eran tan malas como pensaba, ¿verdad?

Vería a su hermanita y a su madre, volvería a sus tardes de entrenamiento con Konohamaru, cuando su padre regrese lo comenzaría a educar personalmente para que tenga más responsabilidades y deberes (no lo más divertido del mundo, pero al menos pasaría tiempo de calidad con él) y habían llegado justo a tiempo para la Feria de Colores de este año.

Si, estaba convencido, había más pros que contras.

—¿Listo? —pregunto Inojin acercándose por su izquierda y Boruto alzó una ceja confundido, el rubio cenizo rodó los ojos. —¡Para conocer a Sarada, genio! —exclamó con maldad y burla y Boruto deseo no haberle prestado atención al chistosito de su amigo.

Ahí va su buen humor.

Se preparó para responder el comentario con sarcasmo, cuando Shikadai se acercó por el otro lado e intervino antes que él.

—Eso tendrá que esperar, necesito que su Alteza me ayude a buscar algo —mencionó el pelinegro tratando de sonar relajado, pero los dos identificaron seriedad y preocupación en su voz. Seriedad y preocupación que aparecían cuando el azabache trataba de descifrar algo en su mente.

A veces, resultaba no ser nada. Pero usualmente, era señal de que su amigo estaba analizando algo importante. Algo que ellos no notaban.

Boruto se acercó a él para hablarle confiando en su instinto y, por qué no, distraerse aún más, pero para su desgracia, en ese momento noto las puertas del castillo dándoles la bienvenida a metros de distancia. Se resigno a saludar a los guardias en turno y a esperar a que dichas puertas fueran abiertas para ellos.

Lo que se encontraron adentro no fue nada fuera de lo común:

Una bienvenida digna del príncipe heredero regresando después de años de haber estudiado fuera de su hogar con dos filas de guardias perfectamente rectos y con lanzas a sus costados. Pero lo que llamó su atención, fue que en vez de estar su madre y hermana en la entrada como esperaba, estaba Iruka Umino, administrador del personal del castillo y el ex-tutor de su padre, (o simplemente, el abuelo Iruka para él y su hermana cuando estaban en confianza).

Y lo peor del caso, era que el hombre en vez de tener una pequeña y cálida sonrisa como era de costumbre, tenía preocupación y cansancio en el rostro haciéndolo ver más grande de lo que ya era.

Sintió un nudo en el estómago, pero por alguna razón no le molestó mucho.

Él y sus amigos bajaron de los caballos y pasaron al comité de bienvenida para llegar al mayor con rapidez.

—¡Boruto! Que alivio que llegaron a salvo. —saludo el hombre mientras se daban un apretón de manos y el mayor se tomaba la libertad de apretar ligeramente el hombro con la otra, gesto familiar que se compartían solo en privado, ocasiones especiales, o a la hora de enfrentar malas noticias.

Dinastía de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora