042-Recuerdos

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Sarada caminaba a paso firme por los pasillos del castillo, preguntándose mortificada si su andar no era demasiado tenso o flojo como para levantar sospechas de alguien que se cruzara en su camino.

Antes de separarse, Mitsuki le había dado instrucciones de como llegar al pasadizo que llevaba directamente a la biblioteca del castillo, cosa que le ahorraría la ansiedad de estar checando dos veces por donde caminaba y la preocupación por su fachada al encontrarse con personal o habitantes del palacio.

Pero a pesar de ello no quería bajar la guardia. Estaba en territorio enemigo y había aprendido a la mala como un descuido podría costarle todo.

Así que, cuando por fin logró dar con el acceso al laberinto oculto, no contuvo el suspiro que salió de sus labios al encontrarse a sí misma entre las paredes del castillo. Ahora si venía el verdadero problema, llegar a la biblioteca sin perderse.

Recordó las instrucciones de Mitsuki y usando uno de sus frascos bioluminiscentes avanzó por los pasillos estrechos de piedra y madera dando giro tras giro, bajando y subiendo y checando de vez en cuando los visores al interior del castillo para comprobar que iba en la dirección correcta.

Más bien, para ver si es que por fin había dado con la maldita biblioteca.

Pero tan pronto y la luz del frasquito comenzó a disminuir, su paciencia se agotó como la mecha de una vela y salió al primer cuarto que observo solo desde adentro del pasadizo.

Pateó una mesa en un arranque de frustración y llevó sus manos a su cabello, soltándolo y peinándolo suavemente con sus dedos, tratando de calmar sus emociones y poner en orden la maraña de ideas que traía en su cabeza desde que llegó al castillo.

"Veamos. Mitsuki...Mitsuki cambió de opinión por alguna razón y ahora...ahora él viene conmigo. ¡Genial! ¡Perfecto! Esto es perfecto...excepto por que él se fue a quién sabe dónde y me dejó sola buscando la espada de mi padre en el único lugar donde es más que seguro que me encuentren si cometo un error...o si el principito y sus amigos empiezan a usar el cerebro, ¡Nada más!...no...no tengo porqué preocuparme..." reflexionó mientras daba vueltas frente a la entrada del pasadizo y dejaba que una risa irónica saliera de sus labios. Recargó su frente en la pared.

—Shannaroyo... —suspiró nerviosa y sobó su mano izquierda con la derecha, obligándose a dejar de jugar con el cordón que antes ataba su cabello.

El silencio se volvió cada vez más sofocante al obligarla a escuchar su bota golpear repetidamente el suelo del cuarto y como el aire salía y entraba de sus pulmones mientras su mente daba vueltas y vueltas sobre los hechos, haciendo crecer su frustración.

Se despegó de golpe de la pared, empujándose hacia atrás con tanta fuerza que se estampó contra un mueble detrás de ella, pero no le importo eso ni el sonido de objetos cayendo y haciendo eco al llegar al suelo. Se dejó caer también y se abrazó, parpadeando solo un par de veces a ver el suelo debajo de ella y los libros que habían caído cuando su espalda impactó contra el estante.

Parpadeo de nuevo, pero ahora para comprobar que aquello era real.

—Libros...—susurro suavemente y levanto la mirada a la pared de donde ella salió.

Solo que no era una pared. Ahí, donde se había cerrado la salida al pasadizo donde ella había estado minutos atrás, estaba un estante de libros, más bien, toda la pared estaba llena de libros.

El aroma a madera, papel y tinta que la refugiaron y consolaron ese año en el convento la rodeó el momento en el que se paró a observar las hileras interminables de libros y sintió una chispa de esperanza y confianza llamarla al corazón de la biblioteca.

Dinastía de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora