043-Realidad

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Tan pronto y su mente procesó lo que acababa de descubrir, miro el collar una vez más antes de envolver su puño alrededor de este y salir disparado. Haciendo caso omiso a Shikadai, quien gritaba impaciente en busca de una explicación.

Sarada era Naori, y Naori era Sakura. Las tres eran la misma persona. Eran la misma maldita mujer y en sus tres caras había logrado burlarse de él.

Decir que estaba furioso era poco. Para este punto, insistiría en continuar con la boda solo por despecho y para hacerle la vida imposible a la chica que lo había dejado en ridículo. No. No solo eso, lo había usado, engañado y para el colmo, había jugado con su mente.

Los sirvientes viéndolo pasar se exaltaron al tan solo sentir el aura intensa de furia que emanaba el usualmente alegre y juguetón príncipe, pero no le importo en absoluto.

Justo ahora, solo había una persona que le importaba.

—¡Boruto detente, maldita sea! —escuchó el grito de Shikadai a sus espaldas y antes de que pudiera registrar que él lo había alcanzado, este lo jalo y con ambas manos lo detuvo de los hombros al mismo tiempo que se recargaba en él y recuperaba el aire. —Maldición. Deja de salir corriendo así de la nada. —refunfuñó en voz baja el azabache y Boruto sintió un tic nervioso molestarle como una piedra en el zapato antes librarse del agarre de su amigo y continuar caminando.

Pero antes de dar más de dos pasos, Shikadai lo agarró del brazo con fuerza nuevamente y lo miró con advertencia, como retándolo a intentar irse una vez más sin explicación alguna.

Un bufido salió de su pecho y a regañadientes, se detuvo donde estaba para darle la cara a su amigo.

Azul cerúleo se topó con el intenso verde esmeralda y Boruto sintió algo de su ira calmarse al ver sus emociones reflejadas en los ojos contrarios, acompañadas de algo de duda —¿Qué rayos te paso? ¿Por qué saliste corriendo de golpe? —preguntó él, sonando más preocupado que molesto y Boruto bajo la mirada a su mano, sintiéndose mal por haber salido del estudio sin explicación alguna.

Todo había pasado muy rápido. De un segundo a otro pasó a tener mínimo interés en el tema a estar obsesionado con el. De no entender nada a ahora encontrarle sentido y respuesta a cosas que antes ni se había preguntado. De no sentir nada a sentir una puñalada en la espalda.

Apenas podía procesar el hecho de que la chica que lo había hecho sentir libre por un momento, era la misma persona por la cual no tenía aquel lujo. Y ni hablar de admitir que todo aquello le dolía.

¿Por qué se sentía traicionado? ¿Y por qué le dolía tanto?

Levantó la mirada, encontrándose con Shikadai esperando algún tipo de explicación y solo se molesto en alzar su mano que se aferraba al collar como si su vida dependiera del objeto y dejarlo colgar entre sus dedos para que su amigo lo viera. Los ojos de Shikadai pasaron de curiosos a calmados a incrédulos más rápido de lo que lo pudo registrar —Ese es...

—el collar de Sarada. —completo, leyéndole el pensamiento y escondió la joya entre sus manos una vez más. Y desvió la mirada aún lidiando con las emociones que hacían un torbellino en su mente.

—Tenías razón, Naori y ella son la misma persona. ¡Y ha estado jugando conmigo-con nosotros desde el momento en el que nos la encontramos! —confesó ya resignado y aceptando la situación —Pero te termino de explicar en el camino, ¡tenemos que llegar al puerto antes de que sea tarde! —insistió retomando su camino a las puertas del castillo y Shikadai suspiro una maldición antes de seguirlo otra vez.

Dinastía de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora