039-Sospechas

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Playlist: https://open.spotify.com/playlist/6AdmknP5ZJAwiCKFSnvres?si=e835811b200e4fc7

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Shikadai recuerda el día en el que Mitsuki apareció en su vida y la de sus amigos.

Más bien noche, la inolvidable noche del Baile de Invierno.

Primero lo vio en el gran salón y en su aventura por el castillo con esa chica de pelo negro que parecía disfrutar tomar del pelo a Boruto, quien supuestamente era su prima.

Luego, lo vio nuevamente después de la evacuación de emergencia al jardín central del palacio. Cargaba a Boruto inconsciente por el hombro y estaba ansioso por volver por su prima, quien se había quedado atrás.

No la encontraron.

Pero entre su búsqueda si escucharon el grito desgarrador de una niña llorando por su padre. Jamás lo olvidaría, ni tampoco el frío, la tristeza, la desesperación y el miedo que sintió al oírlo.

Pero justo después de haber salido del shock, noto a Mitsuki más pálido de lo que ya era, y desesperado. Le tomó un tiempo entenderlo, pero se dio cuenta de que buscaba una salida del lugar.

Y el peli celeste lo habría logrado de no ser porque nada más y nada menos que su padre se acercó a ellos, y tan pronto y lo vio, el mayor supo algo de lo que él era ignorante, pero si algo sabia a partir de ello, era que Mitsuki no era de fiar.

Claro, meses después se tuvo que resignar a descartar cualquier tipo de sospecha que rondaba en su mente sobre él. Pero muy en el fondo sabía que había algo que el oji ámbar ocultaba. Y esa corazonada se volvió sospecha cuando le fue imposible encontrarlo minutos después de haber llegado a la capital.

Llevaban casi media hora en el puesto de vigilancia, según Mitsuki porque debían de checar nuevamente si alguno de los bandidos había conservado algo de valor o algún arma para escapar.

¿Y que si algo así había pasado? Era problema de los soldados encargados de ellos, ¡y no es como si ellos no pudieran contra algo así!

Algo andaba mal, lo sabía.

¿Pero qué?

...

—Mírame cuando te hablo soldado —ordenó el castaño y Sarada de inmediato levantó la mirada mientras saludaba, con esperanza de que eso fuera a ocultar un poco sus rasgos femeninos.

El mayor solo alzó una ceja extrañado, probablemente por su tamaño y complexión, mientras se le quedaba viendo.

—¿Qué edad tienes?

—17, capitán —respondió segura recordando la edad que tenía Iwabe cuando lo conoció.

Hasta donde ella sabía, 16 era la edad mínima para entrar a un campamento y volverse soldado, y si se era realmente bueno, un año bastaba para graduarse. Bajo esos hechos, y considerando su pequeño tamaño, era la mejor mentira que podía decir en el momento para salir del aprieto en el que se encontraba.

El ojiazul no apartó la mirada de ella, pero si se relajó un poco al cruzar los brazos sobre su pecho.

—Entonces, recién saliste de un campamento militar, ¿no es así?

—Si, llevo un mes graduado, capitán —siguió con la farsa y el hombre bajó sus brazos para caminar en dirección contraria a ella y se volteó para seguirlo con la mirada, solo por precaución.

—¿Sucede algo, capitán? —preguntó al verlo detenerse y Konohamaru se dio la vuelta mirándole seriamente.

—No, —contestó —es solo que, usualmente soldados como tu son asignados al patrullaje, y no a guardia —aclaró entrecerrando los ojos y la azabache cerró los suyos mientras apretaba los puños y suspiraba frustrada por ser atrapada mintiendo.

Dinastía de FuegoWhere stories live. Discover now