Capítulo 12

1.6K 165 62
                                    

Conway: ¡Las putas manos en alto! -dijo mientras nos apuntaba con la pistola-

Todos salieron del coche menos yo. El efecto de la pastilla aún no me había surtido efecto como para ser yo al 100%, total me había atrasado 8 horas de la toma diaria y eso se estaba notando. Pogo nunca dejaba que otras personas le mandaran y nunca acataba órdenes.

Conway: ¡Sal con las manos en alto!
Horacio: Vamos Gustabo, haz un esfuerzo, por favor. -me susurró por la ventanilla sin moverse en lo más mínimo-

El superintendente llegó al lado del vehículo, mandó a Horacio, Segis y Rogelio a cachear apartándolos a un lado de la carretera, contra el patrulla, mientras yo seguía sin moverme y con una pequeña sonrisa saliendo en mi rostro, lo que me daba a entender que Pogo realmente quería salir para defenderme.

Conway: Sal del vehículo. -dijo apuntándome-
Gustabo: ¿Me vas a obligar? -dije tranquilamente-
Conway: ¡No digas gilipolleces y sal del puto coche!
Gustabo: No te conviene hablarme de esa forma...
Conway: No me toques más los huevos... -dijo cambiando la pistola por el taser-

Pogo sabía todo aquello que yo vivía, por todo lo que pasaba. Sin duda era el que más me conocía al compartir mi subconsciente y eso le favorecía a la hora de tratar con mis sentimientos. Sabía lo que había pasado hace unos días con Jack y mis profundos sentimientos que no sería capaz de destapar por mí mismo.

Conway: Te doy una última oportunidad muñeca, baja del puto coche.
Gustabo: Me encanta que me digas eso. -dije dedicándole una sonrisa traviesa-
Horacio: ¡AGENTE NO LO HAGA, NO LO ENTIENDE! -se le escuchó desde el fondo pero lo inmovilizaron-
Conway: Tú te lo has buscado, Gustabín.

Acto seguido abrió la puerta, me sacó y me taseó en un acto tan rápido que apenas pude reaccionar. Caí al suelo mientras sentía mi cuerpo vibrar inevitablemente. Cuando las convulsiones eléctricas cesaron a los pocos segundos, me esposó por la espalda y me metió en su patrulla junto a Horacio para ir a comisaría sin intercambiar palabra hasta que llegamos.

Conway: Bajad.

Durante el trayecto la pastilla me había hecho efecto, por lo que no dudé en obedecer. Nos desesposó y nos obligó a ponernos contra la pared para cachearnos, en ese tono tan grave y profundo.

Conway: Volkov, lleva a Horacio a la sala. Ya está cacheado.
Volkov: 10-4

Horacio se fue escoltado por el ruso quien noté, a pesar de las gafas de sol, cómo me echó una mirada rápida de arriba a abajo. ¿Por qué aquí todos los policías llevaban gafas de sol? Es algo que no entendía.

Conway: Muñequita... separa las piernas. No te puedo cachear. -me susurró en el oído-

Acaté la orden notando mis músculos tensarse ante aquella voz tan grave y profunda. Comenzó a revisar lo que llevaba encima sin encontrarse nada fuera de lo legal. No podía ver más que el muro gris delante de mí, pero notaba su tacto por mi cuerpo. Pasó de la espalda y torso a mis caderas, lo que me puso bastante nervioso. Posteriormente aún bajó un poco más hasta llegar a mis muslos. No quería pensar que algo ahí abajo estaba empezando a crecer, ya tenía bastante notando mis mejillas arder.

Conway: Vale, nada fuera de lo normal. ¿O es porque no lo llevas ahora mismo encima? -se apegó sutilmente a mí y yo notaba cómo la cosa ahí abajo iba de mal en peor-

Sólo pude tragar saliva intentando controlarme, tenía que dejar de pensar en la situación que me rodeaba.

Conway: Vamos, Mariconetti. ¿Te ha comido la lengua el gato? -me susurró mientras me agarró de la cintura-

Mi respiración empezó a acelerarse considerablemente con aquel hombre tocándome por detrás, su voz más grave aún cuando me susurraba hacía que entrase en éxtasis. Creía que nada más podía hacer, allí estaba atrapado entre la espada y la pared, nunca mejor dicho. Los movimientos lentos del policía se metieron por debajo de mi camiseta, rozando con su tibia piel mi abdomen causándome un escalofrío en la zona.

Me estaba dejando llevar, me notaba completamente débil e indefenso en aquel momento frente a tal autoritario hombre. No salían palabras de mi boca por temor a soltar cualquier gemido o jadeo, pero algo interrumpió aquella escena.

La verja del patio se abrió dejando ver a un Z con otros detenidos. Conway inmediatamente se separó de mí, se ajustó la corbata y me ordenó ponerme recto.

Leónidas: Buenas tardes, superintendente.

Conway no contestó simplemente hizo un ligero movimiento de cabeza a modo de saludo. Había cambiado completamente de actitud, de ser atrevido a estar completamente serio, mostrando una faceta completamente profesional. Levanté una ceja y creí comprender lo que pasaba en realidad.

Siendo el hombre más respetado de la ciudad y el más temido era lógico que delante de cualquier persona se mostrase serio, pero obviamente cuando estaba a solas conmigo sacaba su parte más sexual.

Gustabo: Super... -le dije con una sonrisa y en tono provocativo, tratando de que lo escuchase el otro agente-
Conway: Superintendente. -dijo serio-
Gustabo: ¿Me va a arrestar de verdad? Yo no he hecho nada malo. -contesté coqueto con cara inocente-

La cara el otro policía me miró unos metros desde lo lejos mientras Conway que se encontraba enfrente mío, se mordió un labio disimuladamente. Comprobé lo nervioso que lo llegué a poner con esa voz y sonreí satisfecho.

Conway: Vas a comer barrotes hasta que te pudras, capullo.

Me agarró del antebrazo, me dirigió al interior de la infraestructura donde me metió en una sala algo pequeña pero discreta por donde se deducía que nadie pasaba normalmente, cerró la puerta y me aprisionó contra la pared.

Conway: ¿Cómo te atreves a cuestionar mi autoridad enfrente de mis agentes, capullo?
Gustabo: ¿No era usted lo que quería? Me pidió que hablase y yo hablé.
Conway: -sonrió cínicamente y me tomó de la barbilla para obligarle a mirarlo- Te gusta ser malo por lo que veo, Gustabín. No te recomiendo que juegues conmigo.

Aquellas palabras, aquella voz susurrante y profunda, aquel perfume tan deleitante que podía oler al estar a escasos centímetros de aquel trabajado y perfecto cuerpo me estaban estimulando lo suficiente. Le mire fijamente con una sonrisa a modo de retarle y él se bajo un poco las gafas, conectando nuestras inquietas miradas.

Pasó su mano de la barbilla al cuello y se abrió paso para acercar sus labios a aquella zona. Desafortunadamente para mí era una zona bastante sensible, por lo que aquel contacto de sus suaves labios hizo que no pudiese retener un pequeño gemido, que inmediatamente detuve poniendo mi mano en mi boca.

Conway: ¿Tan sensible eres, rubito? Si ni siquiera te he metido mano...
Radio: ¿Superintendente, ha acabado ya de cachear al sujeto? -la voz del otro agente se escuchó por la radio de Conway-
Conway: Joder... -activó la radio- 10-4, ya llegamos impaciente. -apagó la radio- A la próxima no te escapas.

Mi superintendente [INTENABO]Where stories live. Discover now