33. El horror de año nuevo

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Finalmente, el día que despediría al año había llegado. El año nuevo estaba a la vuelta de la esquina. Usualmente, el comienzo de un nuevo año se imagina como una oportunidad de dejar todo atrás y empezar de nuevo. Es una instancia para olvidar todo lo malo y establecer nuevas metas. Esa ocasión, no era diferente para los inmunes. Ellos querían un nuevo comienzo, borrón y cuenta nueva. Sin duda, su mayor meta para el año nuevo era salir de esos laboratorios y volver a su hogar sanos y salvo, ¿y por qué no? Olvidar aquellos laboratorios como si nunca hubieran existido. Aunque todavía no eran conscientes que estaba deseando algo casi imposible.

Gerard era probablemente la excepción, el único que sabía que marcharse sin mirar atrás era algo irrealista. El tiempo pasaba y él cada vez se veía más acorralado contra la pared. Lo único que quería era encontrar a Nía y asegurarse de que la bailarina estaba bien, sin embargo, aquello también parecía ser algo imposible.

Al principio del día, Gerard no notó mucho su ausencia. Claro que le pareció raro que no hubiese bajado a desayunar, pero lo dejó pasar. Sin embargo, a medida que las horas transcurrían, no pudo encontrar a Nía en ningún lado. No había asistido a sus consultas, ni tampoco se la había cruzado por la casona. Además, no respondía a ninguno de sus mensajes.

Entonces Gerard supo que algo andaba mal, sabía que no era coincidencia.

Le preguntó a todos sus compañeros sobre el paradero de la mujer, pero ninguno parecía saberlo. Habló con las coordinadoras, pero aun así, nada. La desesperación comenzó a sucumbir en el cuerpo del muchacho, ahora no solo estaba preocupado por el extravío de su libro, sino que se le sumaba la desaparición de su amiga. Pero aquello no era posible, ¿verdad? Su amiga no podía estar peligro, él se había asegurado de eso, pero entonces... ¿Dónde estaba Nía Correía? La siguió buscando por todos lados, pensando que tal vez necesitaba tiempo a solas. Sin embargo, todo su cuerpo se tensó cuando un pensamiento entró su mente, pero no, no podía ser... ¿Pero y sí? Rápidamente tomó su segundo teléfono y escribió un mensaje, esperó minutos por la respuesta, pero nada, aunque usualmente tardaba menos de dos minutos en responderle. Una hora pasó, y decidió llamar a aquel número. Sin respuesta. Parecía que la otra persona se había borrado de la faz de la tierra.

Entonces su sangre hirvió y su cuerpo comenzó a temblar. Le habían dado la espalda... La palabra traición comenzó a sonar una y otra vez en su cabeza. Todo su cuerpo se volvió inestable y pensó que estallaría en cualquier momento. Hizo lo único que se le ocurrió en aquel momento. Caminó furioso por los pasillos de los laboratorios, sin importarle los llamados de nadie, subió pisos y traspasó áreas que sabía que estaban prohibidas. Nada importaba ya en su mente.

Finalmente llegó a su destino, el despacho de Vicky Gómez ubicado en la última planta. Ignoró las advertencias del personal y simplemente se adentró allí, siendo un huracán de furia.

—Gerard Rodríguez —dijo la directora, sin una pizca de sorpresa de verlo en su puerta—. Te estaba esperando, o más bien decir, te estaba por llamar.

—¡¿Dónde está!? —gritó, con la vena de su cuello marcada y su rostro rojo de la furia.

—De ello te quería hablar, siéntate, por favor.

La tranquilidad que emanaba la directora aumentó la furia del hombre. Sin embargo, Gómez tan sólo permaneció mirándolo con una ceja alzada, totalmente expectante a que siguiera sus órdenes. Gerard no tuvo más opción que hacerlo, sabiendo que era la única manera de saber sobre su compañera.

—¿Dónde está? —repitió, con los dientes apretados.

—Se fue.

—¿Qué?

infectIVO | OT2020Where stories live. Discover now