9. Día del Juicio Final

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La religión sostiene que el día del juicio final, un presunto dios bajará a la tierra listo para juzgar nuestras acciones. Tendrá en cuenta toda nuestra vida, nuestro comportamiento, nuestras palabras, nuestras acciones, y luego de hurgar en toda nuestra existencia, elegirá nuestro destino. Decidirá si somos dignos de la eternidad o no.

Independientemente de si se cree en la religión o no, todo el mundo tiene el día del juicio final. Llega un punto en el que las personas son juzgadas por sus acciones y condenadas según ellas. Esto decide el rumbo de sus vidas o incluso, marcan su fin.

Para los inmunes, aquel día estaba muy lejos todavía. Pero no para Eli.

Su día del juicio había llegado.

A diferencia de lo que establece la religión, no había un dios. Era una mujer. Más específicamente una mujer llamada Vicky Gómez. Tampoco se encontraba en el fin del mundo, pero probablemente lo era para la de rastas.

No iba a ser juzgada por toda su vida. No, iba a ser juzgada por sus acciones más recientes y aquello era peor. Porque si se pudiera retroceder en el tiempo para repasar la vida de Eli, nadie la estaría juzgando en primer lugar. Tampoco sería llamada una asesina. Pero claro, nadie podía poner un disco que recopilara todo lo que llevó a Eli a ser lo que era. Nadie iba a analizar sus heridas y sus traumas. Aquello no le importaba a nadie, sólo querían deshacerse de la mala de la historia.

La vida de Eli nunca fue un cuento de rosas, al contrario, podría definirse como la peor pesadilla que un niño podría vivir. Hija única. Padre abusivo, adicto y alcohólico. Madre, víctima de maltrato, pero muy devota a su hija como para marcharse. Al principio, su infancia no fue tan terrible, principalmente porque era muy pequeña para enterarse de lo que pasaba. Su madre siempre la mimaba y le tapaba los ojos para que no pudiera ver la realidad.

Aquella fue probablemente la única persona que alguna vez la hizo sentirse amada.

El verdadero horror empezó cuando su madre murió accidentalmente al caer por las escaleras una noche que su padre llegó drogado hasta la médula. Eli tenía tan sólo cinco años. Desde ese día, todo cambió.

Su padre se había olvidado de su existencia, sólo la recordaba para gritarle lo inútil que era y darle algún que otro golpe. Así fue como Eli comenzó a vivir más en la calle que en su propia casa. Desde muy pequeña comenzó a ser muy independiente, y aprendió que nunca tenía que confiar en nadie.

Cuando cumplió los quince años, encontró a su padre muerto por una sobredosis. A pesar de todo el infierno que le hizo pasar, Eli lloró por ese hombre, porque después de todo, era su padre. Allí fue cuando se enteró que su padre era dueño de un imperio de las drogas, y en consecuencia, lo heredó.

Comenzó a manejar aquel negocio millonario, pero jamás probó ninguna de aquellas sustancias. Tenía una relación de odio con las drogas, porque le habían arrebatado a su familia. En consecuencia, también le había agarrado bronca a cualquier persona que consumiera aquella dañina sustancia.

En las calles, conoció a Jesús y se volvió un gran amigo de él. El único amigo real que alguna vez tuvo, y que jamás se acercó por interés. Luego, conoció al primo del rubio, Rafael Romera.

El resto es historia.

—Tenemos una noticia para darte Eli. Lamento que no te gustará —pronunció Vicky.

—¡Pues hable, coño! Estoy aquí hace media hora...—bufó la de rastas.

—Hace cinco días —comenzó—. Jesús Rendón presentó una denuncia en tu contra por los asesinatos de Ariadna y Rafael.

—Tiene que ser coña...

—No. No lo es —sacó un papel de su escritorio—. Esta mañana me llegó este comunicado de la investigación, ha sido enviado por la corte.

infectIVO | OT2020Where stories live. Discover now