16. El regreso del Myrmidon

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Un día antes de la trágica muerte de Nick, Alba Reche salió temprano del trabajo. Luego de la charla que tuvo con Ana Julieta sobre la extraña silueta que había visto en el pasillo por la noche, tuvo que abandonar el edificio y tomarse el primer helicóptero que la llevaría de vuelta a Madrid.

Tuvo que calmarse para no sufrir un ataque de ansiedad. Lo único que le venía a la mente eran recuerdos del antiguo campamento y de aquel asesino encapuchado que atacaba bajo el nombre de "Myrmidon".

Sabela.

Pensó que luego de ocho años, toda herida respecto al campamento estaría cerrada. Pero fue una charla con similitudes a sus vivencias, y todo volvió a resurgir.

Lo primero que hizo al llegar a casa, fue ir a recoger a sus hijos. Era la única manera que tenía de distraerse de todo lo que estaba pasando. No quería pensar en los laboratorios y en el probable asesino que estaba detrás de aquellos chicos. Por un segundo, quería ser egoísta y pensar que aquello no existía.

Llevó a Miriam y Damián al parque. Se sentó en el banco más cercano, para verlos jugar. Admiró a las familias que jugaban con sus hijos sin preocupaciones, y deseó poder ser ellos.

Una familia normal, feliz. Sin ningún campamento que los atormentase, sin ningún nuevo asesino al que desenmascarar.

Pero era imposible. Natalia ya no estaba con ellas. Los recuerdos del campamento eran cada vez más frescos. Y había un nuevo asesino.

Una presencia se sentó a su lado, pero Alba estaba tan metida en sus pensamientos que no se inmutó.

—Tus niños están gigantes —dijo la persona a su lado.

Alba se volteó hacia el desconocido, para encontrarse con el rostro de su hermana. La mismísima Mimi Doblas, con su sonrisa arrogante y aquellos ojos verdes profundos.

—¿Me estás siguiendo, Mimi?

—Yo no lo diría así. Sólo te estoy haciendo compañía —amplió su sonrisa y miró hacia el frente—. Esos niños son calcos de ti. De verdad me alegro de que los hayas tenido tú y no Natalia, porque si no tendrían cara de gilipollas. Pobres niños.

—¿Puedes tener un poco más de respeto por mi esposa?

—Exesposa, hermanita. Esa mujer te ha hecho un favor.

La artista puso sus ojos en blanco y volvió la mirada a sus niños.

—Cada vez estoy más segura que se está repitiendo todo, Mimi. Hoy hablé con esta tía, Anajú se llama. Ayer por la noche estuvo internada en los laboratorios y dice que se despertó por la noche, y vio una figura de negro, encapuchada. La estaba siguiendo... Su amiga piensa que fueron pesadillas... Pero ella no. Creo que es algo más.

Mimi permaneció unos segundos callada, escuchándola con el rostro serio.

—¿Has averiguado algo más? ¿Has visto algo más?

—Por el momento, no. Parece un laboratorio normal. Hay médicos y todo, enserio. No he podido ver todos los tratamientos, pero la mayoría son chequeos de rutina, muestras de sangre o plasma, seguimientos. Estudian con profundidad su ADN... Lo único raro es esto que te conté, y bueno, las muertes anteriores.

—¿Y los inmunes? ¿Crees que saben o sospechan algo?

—Diría que Anajú está empezando a sospechar algo. Se la veía muy atormentada con todo el tema de la silueta... Creo que hay algo en ella. Algo que los demás no pueden ver.

—¿Por qué lo dices?

—He hablado más de una vez con ella —Alba apartó la mirada de los ojos profundos de Mimi—. Tal vez ella sea como yo. La persona que lo descubra todo.

infectIVO | OT2020Where stories live. Discover now