5. Muerte en el IVO

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El lunes después de la fiesta, Samantha fue la primera en despertar. El ruido de su despertador a las 7:00am fue el encargado de interrumpirle su sueño. Rápidamente, canceló la alarma de su teléfono móvil y se levantó perezosamente de la cama. Se duchó y se preparó para su consulta aquella mañana, haciendo todo en completo sigilo para no despertar a Eva, que dormía como una roca en la cama de al lado.

Cuando estuvo lista, bajó a la primera planta en busca de un rápido desayuno. No obstante, no se esperó que Ana Julieta estuviera allí, bebiendo una taza de café.

—¿Anaju? —Su cuerpo se tensó ante la presencia de la castaña—. ¿Qué haces aquí tan temprano?

—No pude dormir más de dos horas seguidas —esbozó una sonrisa agotada.

—¿Por qué? —Samantha se sirvió una taza de café negro y luego se sentó al lado de la castaña—. ¿Qué te preocupa?

—No lo sé —suspiró, revolviendo la cuchara en su taza—. Desde que llegué aquí, tengo esa horrible sensación de que algo no va bien... —Ana Julieta se llevó la mano a su pecho, justo del lado de su corazón—. Lo siento aquí...

Samantha pudo notar la angustia en los ojos de Ana Julieta y se sintió algo culpable por no poder hacer nada para impedirlo. Simplemente, entrelazó su mano con la de la camarera y luego volvió a colocarla sobre el pecho de Ana Julieta.

Pudo sentir como el corazón de Ana Julieta bombeaba alocado ante el contacto. Ante eso, buscó los ojos de la camarera y pudo notar como le sonreía de forma algo avergonzada. Aquel gesto causó un pequeño calorcito en el pecho de Samantha, que sólo le devolvió la sonrisa de forma alentadora.

El contacto visual duró un par de segundos, que más pareció una eternidad para ambas. El corazón de la castaña no dejaba de latir arrítmico, pero el gesto angustiado en su rostro logró relajarse. Samantha y el silencio le transmitían demasiada paz. Se miraron por unos segundos más, se sumergieron la una en la otra. Hasta que Samantha apartó la mirada y carraspeó.

—Ansiedad, ¿tal vez? —Samantha rompió todo tipo de contacto y se llevó la taza a los labios.

—Puede ser —bajó la mirada al líquido negro de tu taza.

—Has pasado por mucho, Ana Julieta —comenzó—. La muerte de tu madre, luego todo esto. Date un tiempo para ti misma, relájate, intenta encontrarte en este lugar.

—Ya —suspiró—. Tienes razón... Mi vida cambió en menos de un mes, ¿sabes? Y no es fácil de procesar.

—Como una persona que ha vivido toda su vida de cambio en cambio, te digo que sí, que no es fácil. Así que no te sientas culpable por tener un mal día. ¿Sabes qué pasa al final? Nada. No pasa nada. No hay nada irreversible en esta vida. Menos la muerte, claro.

—Gracias, Sam —esbozó una sonrisa.

—Nada para agradecer, Ana Julieta. Estoy de la misma forma que tú lo estuviste para mí.

—Probablemente eres la única persona que me llama por mi nombre completo...

Ambas soltaron una pequeña risa ante eso y se miraron con complicidad.

—Es que tienes un nombre muy bonito, no me voy a privar de decirlo —se sinceró. Ana Julieta sintió un vuelco en su corazón—. Es como música para mis oídos, como las melodías que toca Flavio en el piano.

En ese momento, la sonrisa de Ana Julieta se borró de su rostro y rápidamente se llevó la taza a los labios para disimular aquel golpe que la trajo de vuelta a la realidad.

infectIVO | OT2020Where stories live. Discover now