31. Pesadilla Navideña

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Árboles y más árboles, estaban por todos lados. La oscuridad de la noche se perdía en la infinidad de la arboleda y viceversa. Estaba fresco, poniéndole los pelos de punta a cualquiera. La adrenalina era un compañero más de la noche, se podía sentir en el aire. La luna se asomaba y observaba todo como testigo.

Respiraciones agitadas, corriendo como el viento, perdiéndose también entre los árboles. Un corazón acelerado, alejándose como si su vida dependiera de ello. El corazón latiendo a mil, con el sonido del mismo pegado a su oído. Piernas adoloridas, pero desesperadas, corriendo, corriendo y corriendo. Escapando. Apenas se distinguían los árboles, tan sólo eran figuras borrosas que pasaban por sus ojos como un destello.

No mirar atrás, no mirar atrás. Correr. Correr. Oscuridad. Árboles. Respiraciones agitadas. El corazón a mil. Adrenalina. Correr. Correr. Horror. Una figura misteriosa. Negro.

Muerte. Muerte. Muerte. Muerte

Despertar.

Flavio se sentó en su cama con la frente completamente sudada, gotas caían como si fueran lluvia. Su respiración se encontraba agitada, como si hubiese corrido a través del bosque estando dormido. Prendió su velador y se colocó las gafas rápidamente, empañando el vidrio de inmediato. Le costaba respirar, sentía que se estaba ahogando. Lágrimas comenzaron a rodar por su mejilla y soltó un pequeño sollozo.

Quería que todo terminase, quería que aquellos sueños dejaran de atormentarlo. Todas las noches soñaba con algo diferente, tan sólo quería estar en paz.

Se miró las manos y respiró, recordando los ejercicios que le había recomendado Samantha. Uno, dos. Inhalar y exhalar. Lo repitió varias veces, hasta que su cuerpo se relajó.

Los siguientes minutos, se encontró mirando a la ventana, viendo los árboles que parecían dormir con la noche. Un sentimiento abrumador invadió su pecho, una punzada que le causó un pequeño dolor.

Tan sólo quería estar en paz.

{...}

Era el día del año que todo el mundo esperaba, finalmente había llegado el día de navidad. El personal del laboratorio había intentado contagiarles un poco el espíritu navideño y había armado un gran árbol en el salón principal, sin duda, era un lindo intento de levantar los ánimos.

Por suerte, gracias a la visita de los familiares el clima estaba más ligero, aunque la muerte de Bruno seguía doliendo como el infierno. Tan sólo habían pasado unos días y la herida seguía abierta. Sin duda, ninguno de los inmunes pensó que sus fiestas serían de aquella manera.

Sin embargo, si podía ser peor, Ana Julieta había despertado aquella mañana con una fuerte fiebre. Su piel sudaba y su cuerpo hervía como el mismo infierno Ni siquiera tenía fuerzas para levantarse de la cama, por lo que tuvieron que llamar a un médico que la atendiera en su habitación.

Ahora, Ana Julieta se encontraba acostada en su cama muerta de aburrimiento, sus amigas no la habían dejado levantarse de la cama ni para salir a dar una vuelta. Había pasado toda la tarde mirando al techo, pensando en la pequeña fiesta de navidad que llevarían a cabo a la noche. Tan aburrida se encontraba, que se puso ordenar sus cosas.

Mientras lo hacía, se encontró con la vieja libreta que había robado de una de las cabañas del campamento, junto con la cámara antigua y los planos de los laboratorios. Se había olvidado por completo que tenía eso guardado, pero por alguna razón, sentía que debería prestarle más atención de lo que hacía. La sensación tan extraña que tenía sobre los laboratorios volvió.

Intentó prender la cámara, pero el aparato no funcionaba. Probablemente era tan antiguo que estaba roto o no tenía pila. Lo dejó a un lado para tomar la libreta, un poco de polvo salió de ella al abrirla. Leyó las páginas, tenían anotaciones sin sentido como, por ejemplo: "Hospital del Torax". "Juego de Guix", pero lo que más le llamó la atención, fue el listado de nombres.

infectIVO | OT2020Where stories live. Discover now