2. Laboratorios IVO

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Todo parecía tranquilo desde aquel cristal. Las casitas eran diminutas, las nubes se sentían un poquito más cerca y sobre todo, el caos de la ciudad no era advertible. Sin duda, nada de lo malo existía en aquel estado flotante a través de los cielos. Era una desconexión total, era como alejarse de los problemas por un largo rato.

Ana Julieta veía por el ventanal de aquel helicóptero y aquello era exactamente lo que sentía. Nada era suficientemente importante cuando podías perder tu mente y divagar entre aquellas nubes. Volaba por los cielos, sin tener certeza de nada, dirigiéndose hacia un destino incierto que ella misma había elegido. Sólo podía confiar y pensar en las razones por las cuáles estaba haciendo un viaje interminable en aquel transporte aéreo.

Tres días habían pasado desde que la habían contactado del hospital. Dos días que estuvieron llenos de contradicciones e incertidumbre. Lo cierto es que aquel abrazo que compartió con Samantha fue lo que terminó de romper todas sus barreras y la ayudó a poner los pies sobre la tierra. Tenía la oportunidad de ayudar a la humanidad e iba a rechazarlo por un luto solitario que no era más que egoísta. Claro que tenía derecho a lamentar su pérdida, pero no era justo para el resto que se encerrase y perdiese todo sentimiento de empatía.

Samantha se lo hizo ver todo muy claro. Ambas pasaron la noche discutiéndolo, con calma y caos, bajo la lluvia. Pudo conocer la historia de la reportera. Una simple chica a la que le apasionaba el periodismo y que tenía una madre contagiada con un virus sin cura. Aquella noche volvió a sentir empatía. Sin saberlo, la rubia con su grabadora y su carita de ángel habían logrado aflojar dentro de ella un sentimiento que parecía perdido.

Por eso aceptó, por Samantha y por sí misma. Quería tener algo por lo que luchar, algo por lo que levantarse y seguir todos los días, y aquella razón parecía ser los laboratorios IVO.

No iba sola en aquel helicóptero, iba con tres personas más que intentaban buscar un poco de calma en las nubes. Todo era silencioso e incómodo. El viaje se estaba convirtiendo en un martirio. Hubiese preferido poder viajar con Samantha y Mai.

Frente a ella había una mujer de contextura grande. Tenía rastas por todo el cabello, piercings en gran parte de su cuerpo y varios tatuajes. Sin duda, era bastante peculiar. La mirada de aquella mujer intimidaba y más cuando Ana Julieta notó que de vez en cuando clavaba sus ojos asesinos en ella. No parecía feliz de estar allí. "Eli" decía la tarjeta de presentación que colgaba en su jersey negro

Al lado de la intimidante mujer, se encontraba un muchacho de rulos, ojos de cachorrito y barba de un par de días. Se hallaba mirando por la ventana con el semblante nervioso, mientras repiqueteaba sus pies contra el suelo. Era todo lo contrario a la mujer que tenía de lado. "Rafa" parecía ser su nombre.

Sabía que Eli y Rafa se conocían porque los había visto hablar con complicidad antes de subir al helicóptero. No tenía idea de qué tipo de relación tenían, pero no cabía duda de que eran polos opuestos. Una parecía una malota de primera y el otro un tío súper cuqui. Estaba claro que sólo se guiaba por las apariencias, claro, pero no creía que la cosa cambiara mucho cuando los conociera a fondo.

A su izquierda podía notar a un tío mucho más joven. No podía pasar los veinte años por su apariencia. Era rubio, de rasgos dulces y mirada encantadora. Había cruzado mirada sólo una vez con él, pero la sonrisita que le había dedicado fue suficiente para darse cuenta de que era un conquistador nato. Lástima que no jugaran la misma liga.

Sin embargo, lo que más le llamaba la atención de "Hugo", era el gran tatuaje que adornaba su cuello. A simple vista parecía un búho, pero no estaba segura, no se había parado a apreciarlo lo suficiente.

infectIVO | OT2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora