Capitulo 16. ¿Pero qué demonios hace usted acá?

780 89 22
                                    

No se paró a pensarlo ni un instante. Movido por un impulso se levantó del sofá e irrumpió en la habitación de Mario. La escena que vio lo dejó perplejo. De cintura para arriba Beatriz sólo llevaba puesto el sujetador, Mario no llevaba chaqueta ni corbata y tenía la camisa desabrochada. Los dos estaban tumbados en la cama de Calderón besándose apasionadamente.

Durante unos segundos se quedó paralizado. No podía apartar los ojos de ella. Estaba preciosa con la cara un poco enrojecida y los ojos cerrados. Llevaba puesto un sujetador blanco con pequeños dibujos color de rosa que se
adaptaba a la perfección a su bien formado pecho y su piel invitaba a la caricia... Por un momento le hubiese gustado estar ahí, donde estaba su amigo y ser él quien la besara y la acariciara... Cuando vio que Mario ponía una de sus manos sobre sus pechos iniciando una caricia más atrevida, una rabia enorme lo invadió... De ningún modo iba a permitir que su “amigo” se aprovechara de su asistente. ”No señor, yo tengo que parar este... desatino... “

Ni por un momento se le ocurrió pensar que estaba ante dos personas adultas dueñas de sus actos. Para él, y en cierto modo no se equivocaba, su asistente era una muchacha muy inocente que estaba siendo seducida con “malas artes” por el pervertido de Mario Calderón.

Ellos no se habían percatado de su presencia y seguían en su, a todas luces, grata tarea. Pero él no estaba dispuesto a consentir que eso continuara. A sabiendas de que la interrupción podía costarle una bronca monumental con Calderón, se decidió a intervenir.

A.: ¡Qué pena con ustedes, señores! El portero me dejó entrar pensando que no había nadie...

Jamás en toda su vida Betty y Mario se habían dado un susto tan grande. La muchacha al darse cuenta de la presencia de Armando y de su posición comprometida, se puso roja como la grana, recogió su blusa y entró en la primera puerta que vio pensando que era el baño. Resultó ser un vestidor, pero le sirvió lo mismo, porque allí se acomodó la falda que se había desplazado de su sitio y se puso la blusa. Iba a salir pero estaba tan avergonzada y tan alterada que permaneció unos minutos más dentro de la reducida estancia intentando calmarse un poco. No pudo evitar escuchar la conversación que
mantenían los dos hombres.

Ma.: -Indignado tras reponerse del susto- ¿Pero qué demonios hace usted acá?

A.: -Con la voz más inocente que halló- Pues... tenía que hablar con usted
urgentemente y el portero me dijo que acá no había nadie... Así que me dejó subir y al oír ruidos pensé que había ladrones o algo así... y –con sorna- ¡vea lo que me encuentro! ¿Qué? ¿Pasándolo rico con Betty?

Ma.: ¿Pero a usted qué le pasa? ¿A qué vienen esos reclamos? Mi vida privada y la de Betty a usted no le incumbe...

A.: Pues vea que SÍ me incumbe. Porque usted se está aprovechando de mi asistente y eso no lo pienso consentir.

Ma.: ¡Yo no me estoy aprovechando de nadie! Su asistente es una mujer ADULTA. ¿Me oyó? ADULTA, que es perfectamente capaz de tomar sus propias decisiones y no tiene que PEDIRLE PERMISO A USTED para hacer lo que le venga en gana...

A.: No nos engañemos, Calderón. YO LO CONOZCO A USTED. Yo sé que lo que quiere es pasarlo bien rico con ella para después botarla y ESO YO NO
LO VOY A PERMITIR, ¿me oyó?

Ma.: -Retándolo- ¿Y de qué modo piensa impedirlo, si se puede saber?

A.: Pues de todos los posibles... Yo se lo advertí, Calderón. Con Betty no se juega. Con ella no va a jugar... Porque yo la voy a defender de usted y de cuanto tipo pretenda propasarse con ella.

Mario se quedó estupefacto ante las últimas palabras de Armando. ”¿Qué le pasaba a su amigo con Betty que no soportaba que ningún tipo se le acercase? ¿Será que él también quería tener algo con ella?”

La novia de Mario CalderónWhere stories live. Discover now