Capitulo 27. Yo no tengo nada que hablar con usted.

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A la mañana siguiente, Armando Mendoza estacionó su carro delante de la puerta de casa de Beatriz y se dispuso a esperar que ella saliera. En el fondo no estaba seguro si ella decidiría ir a la empresa o seguiría su consejo de tomarse unas vacaciones, pero su intuición le decía que Beatriz Pinzón Solano no descuidaba nunca sus obligaciones y sabía que ella estaba convencida de que su obligación en esa ocasión era apoyar a su jefe en la junta de accionistas de esa tarde.

Diez minutos más tarde la vio salir de afán y sonrió. Le gustó ver su cara de sorpresa cuando reconoció el carro de él y su voz de tierno reproche cuando se le acercó y le dijo.

B.: Pero doctor, ¿qué hace usted acá?

A.: Pues ya ve, Beatriz. Vine a buscarla.

Doña Julia que observó la escena desde la ventana de la habitación arrugó la nariz. ”El jefe de la niña está teniendo demasiadas atenciones con ella. Ahora la viene a buscar para llevarla al trabajo. Julia, eso no es normal. Ese
hombre tiene algún interés... Espero que no la vuelvan a engañar... ¡Esta hija mía es tan ingenua!”

Cuando Betty subió al carro él se acercó a ella y la saludó con un beso en la mejilla. La muchacha lo miró sorprendida.

A.: Buenos días, Betty. Anoche la eché de menos. ¿Sabe? Me gusta más mi apartamento cuando usted se hospeda en él.

B.: -Totalmente ruborizada por el beso y las palabras de él- ¡No me diga esas cosas, doctor! Yo creo que para usted debió ser un alivio poder estar solo después de tenerme a mí como compañía todo el fin de semana...

A.: ¡Para nada, Beatriz! Ningún alivio. Créame que me sentí muy solo... Me había acostumbrado a su compañía...

Cuando llegaron a Ecomoda Armando estacionó el carro en la misma puerta. Estaban bajando los dos del carro cuando vieron llegar a Mario Calderón en su deportivo. El vicepresidente comercial estacionó su carro al lado del de Armando, se bajó presuroso, se acercó a Betty, puso una mano encima de su brazo derecho y le dijo ansioso.

Ma.: Betty, ¡por fin la encuentro! Vea tenemos que hablar...

Tanto Betty como Armando se quedaron de momento impresionados por el aspecto de Mario. Estaba demacrado, tenía unas ojeras espantosas y su cara de angustia era evidente. Recuperada de la sorpresa, hizo un gesto con su brazo para separarse de él y sin mirarlo y con una frialdad que la sorprendió hasta a ella misma, le respondió.

B.: Yo no tengo nada que hablar con usted, don Mario. Permiso.

Mario intentó volver a acercarse a ella, pero Armando lo impidió poniéndose delante de él.

A.: ¿Es que no oyó a la señorita, Calderón? Haga el favor de apartarse de ella. No quiero verlo cerca de Beatriz. ¿Le quedó claro?

Ma.: Pero es que yo... tengo que aclararle...

A.: Vea, Mario. Lo voy a decir una sola vez y espero no tener que volver a repetirlo. Si usted se acerca a Beatriz, le pongo una demanda por acoso... Eso después de partirle la cara por desgraciado...

Ma.: ¿Y usted quién es para decirme si puedo o no acercarme a Betty?

A.: Por lo pronto el presidente de esta empresa, y le prohíbo que en horas laborales trate temas personales con las empleadas.

Ma.: Pero cuando salga de la empresa nadie va a impedir que hable con ella...

A.: Pues vea que se equivoca... Entonces como “amigo” de Beatriz, yo voy a
estar a su lado para impedir que una “escoria” como usted la moleste...

La novia de Mario CalderónWhere stories live. Discover now