Día 3. Capítulo 6.

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Amelia

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Amelia.

Me levanté. La luz apenas entraba por la ventana y el silencio reinaba. Ni siquiera parecía que tantas cosas terribles acabaran de pasar. Era como un día normal, seguido de días normales.

Miré el reloj en el buró a la orilla de la cama, y eran las 6:09 de la mañana. En la verdadera realidad de la situación no había una buena razón para dejar de dormir y volver a la realidad.

Salí de la cama, sabiendo que, de todos modos, no podría volver a quedarme dormida. Fui al baño y me miré en el espejo. Ojerosa y cansada, así era como me veía. Era increíble pensar que solo habían pasado tres días.

Pensaba, no había dejado de pensar en ningún momento desde que vi a esas cosas por primera vez. También tenía muchas preguntas, pero durante aquella noche una especial clase de cuestionamientos me habían invadido. Unos especialmente peligrosos.

Yo había vivido en un hogar cristiano, me dije cristiana por años y ahora así es como me identifico, pero en ese exacto momento de mi vida no podría decir que era realmente. Tras la muerte de mi papá me mudé a Cunningham junto con Ernest y Maggie. Ernest también se identificaba como cristiano, aunque Maggie siempre fue atea.

Desde nuestra llegada las cosas empezaron a cambiar, y ya nada fue igual. No recuerdo cuándo fue la última vez que oré, pero de seguro fue hace más de cinco años. Desde entonces no me había puesto a pensar seriamente acerca de Dios, pero viendo tanta muerte en el mundo, mi cabeza no dejaba de dar vueltas.

Era difícil decir qué sentía o qué pensaba acerca de Dios, del cristianismo. Es incluso difuso saber cómo me había alejado tanto.

Supongo que primero había dejado de leer la Biblia, no me quedaba tiempo; después de orar. Casi todos son ateos en la ciudad, estando sin una congregación, supongo que era fácil que te llevara la corriente...

¿Por qué Dios permitía todo esto?, ¿nos iba acaso a dejar morir?, ¿y si Dios nos abandonó? ¡No lo entiendo! ¿Dios nos abandonó? Esas eran las preguntas que me habían dejado alerta una buena parte de la noche. La sola idea de que fuera verdad me congelaba la sangre. Creí que Dios era bueno, ¿entonces porque hacía todo esto? ¿por qué lo permitía? Esa idea de que Dios dejara que todo aquello pasara no tenía cavidad en mi mente. Por eso la idea de que Dios nos había abandonado yació entre mis pensamientos. Para mí era la única respuesta posible.

Un mundo sin Dios, parecía la peor pesadilla de todas. Aunque me había alejado mucho de Él, cada vez que las cosas se ponían difíciles lo buscaba, aunque fuera solo por un par de semanas, hasta que todo se arreglara. Que Dios ahora ya no estuviera, era una idea tan desconsoladora, en especial cuando todo se desmoronaba nuevamente.

Escuché unos pasos por el pasillo, inmediatamente bajé esperando que fueran las pisadas de Ernest. No podía quedarme ni un solo momento más allí. Sentía que las dudas y preguntas acabarían por asesinarme.

Cuando una Ciudad Despierta (#TA2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora