NOVELA CRISTIANA:
El primero de noviembre de 2221, en Electos, el país más avanzado del mundo, sucedió algo terrible. Unas criaturas horribles atacaron varias de sus ciudades; su único propósito era aniquilar y devorar humanos. Obviamente las vidas...
Como lo prometido es deuda, aquí tienen un capítulo extra de esta historia.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Nevaba. Sentía que se me congelaba la nariz.
—¿Por qué estamos aquí? —preguntó Amelia, parada a un lado mío.
—No lo sé.
Estábamos frente al monumento lleno de nombres de fallecidos en Cunningham. Mirando el nombre de "Daniel Taylor" grabado en la piedra.
—Maggie se va a enojar conmigo si no me voy —dijo Amelia con la voz perdida, sin moverse—. Se suponía que iríamos por el vestido.
—Lo sé —contesté igual de perdido—. También hoy iba a buscar el traje.
Seguimos mirando el monumento, en un silencio cargado de una extraña soledad.
—¿Por qué estamos aquí? ¿No se supone que este es un día feliz?
—Hace dos años no era un día feliz. Por eso estamos aquí.
Era veinticinco de noviembre de 2223, habían pasado dos años desde que salimos de Cunningham.
—No sé porque vinimos —ahora su voz sonaba ligeramente molesta—. Él no está aquí. Realmente odio estas fechas.
—Yo también. —Volteé a verla y para mi sorpresa sus ojos estaban llenos de lágrimas.
No sabía qué decirle, solo me quedé mirándola.
—Tengo que irme —dijo mientras se limpiaba las lágrimas.
La tomé rápidamente de la mano. Sabía que no era buena idea que se fuera.
—No tienes porque hacer esto hoy... Está bien... es obvio que aún te duele, no tienes por qué negarlo.
—Maggie se va a volver loca si la dejo plantada.
—No se va a morir.
—Siento que soy yo la que se muere —me dio una sonrisa cargada de tristeza—. ¿Cómo soportas estos días?
—No sé si los soporto.
La chica dio un largo suspiro.
—Es que... en serio quisiera poder alegrarme, poder planear nuestra boda, ir a comprar el vestido, pero... no puedo ignorarlo. Tantas cosas pasaron ese día. Dani...
Su cara estaba roja, y de sus ojos no dejaban de brotar lágrimas. La tomé en mis brazos y le di un fuerte abrazo.
—Está bien. Llora. Luego habrá tiempo para los momentos felices...
