Día 20. Capítulo 27.

111 26 48
                                    

Ernest

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Ernest.

Todo había pasado tan rápido. Había salido disparado por los pasillos mientras el sanguinario me pisaba los talones. Finalmente creí que lo había perdido y volví al departamento. Dani y Maggie estaban allí peleando con otra criatura. Traté de ayudarlos, pero al final no pudimos hacer más que ocultarnos en la única habitación de la casa. No vi por ningún lado a Amelia, pero en ese momento mi mente estaba ocupada en otras cosas: la puerta no estaba resistiendo. Me sentía muy cansado y no me quedaba energía para seguir sosteniendo la puerta.

Entonces fue cuando escuché el grito que paralizó mi corazón. ¿Qué estaba haciendo? Pocos segundos después escuché como se quebró el vidrio. Creí que la había perdido, estuve a punto de llorar, pero después escuché el gemido de la criatura. Salí aceleradamente del cuarto donde estabamos escondidos.

Ella estaba allí tirada en el suelo, inconciente. Un hilo de sangre corría por la comisura de su boca y corría por su mejilla. Me acerqué a ella, mientras Maggie salía y lanzaba un sonoro sonido de sorpresa.

—Maggie, rápido trae el equipo médico —le dije mientras me arrodillaba junto a ella y le tomaba el pulso. Al menos seguía con vida.

Daniel corrió al baño y trajo una toalla limpia para la hemorragia. La tomé e hice presión en la herida. Él por su parte se veía preocupado, pero más que nada consternado.

Maggie pronto llegó, trató de ayudarme, pero no paraba de llorar, realmente no era de mucha ayuda.

Pudimos reparar el daño con unas plaquetas reparadoras. Unas plaquetas de nano-tecnología que servían temporalmente como la parte desgarrada o rota del interior del organismo. No era una respuesta completa para el problema, pero sin un hospital era lo mejor que pudimos hacer. Había perdido mucha sangre, no sabíamos si despertaría.

.∞∞∞∞∞∞.

—Le inyectaré unos medicamentos para el dolor —dijo Maggie quien parecía más tranquila, una vez que ya la habíamos curado y dejado en su cuarto.

Dani y yo salimos de la habitación. Sentía como que mi mundo se caía a pedazos. Me senté en el suelo de la lúgubre y destrozada casa. Con la única luz de una lampara en las manos.

—Le salvaste la vida —me dijo Dani más amablemente de lo que hubiera esperado—. Créeme.

—No lo sé —le respondí—, ¿y si la ayudamos cuando ya era muy tarde?

—¿Te digo algo? —parecía muy triste.

—¿Qué?

—Si muere, no sé si sabría lidiar con saber que desaproveché todo mi tiempo con ella. Preferí no perdonarla..., y ahora ni siquiera sabemos si va a despertar.

No sabía que decirle.

—Nunca hay suficiente tiempo con la gente que te importa.

—¿Por qué no oramos? —preguntó después de un largo rato en silencio—. Pedirle a Dios que la sane.

Cuando una Ciudad Despierta (#TA2021)Where stories live. Discover now