Día 11. Capítulo 16.

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Maggie

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Maggie.

Lector, creo que si algún día alguien lee lo que he escrito en estas páginas me odiará por lo que voy a decir: tengo que abandonarlos. No he dejado de pensar en lo que me susurró Carla aquel día, si realmente hay una posibilidad de sobrevivir, de estar mas segura y no cometer una locura por una insignificante esperanza es yéndome con Charlotte, Carla y David. Debo vivir, desde el principio esa fue la prioridad, y sin importar cuanto me duela debo hacer todo lo posible por mantenerme así, no puedo morir por lealtad.

Esa fue la razón por la que hoy quise hacer algo para amortiguar la noticia. Me levanté temprano e hice de desayunar. Suelo disfrutar de hacerlo, pero aquel día no pude, las lágrimas salían y salían, no podía contenerlas. Casi cuando tenía todo listo vi que bajó Amelia con los ojos hinchados. Me limpié las lágrimas disimuladamente.

—Buen día amiga mía —dije lo más amable de lo que fui capaz—. Preparo el desayuno. Últimamente solo comemos cereal, así que pensé: ¡Que solo pase eso otra vez sobre mi cadáver!

—¿Qué cocinas? —me preguntó yendo a donde yo estaba.

—Huevos y panqueques.

—Suena rico —una ligera sonrisa surcó su amargado rostro.

—Claramente. Todo lo que cocino es exquisito.

—Si no te habías dado cuenta ya tenemos suficiente con un solo creído.

Ambas tratamos de reír, pero parecía como que esta táctica de afrontar la situación ya había pasado.

—¿Qué harás cuando termine? —le pregunté cambiando el tema.

—No he pensado mucho en eso —me contestó—. ¿Tú que harás cuando todo esto termine?

—Visitaré a mis padres, por un mes o dos. Será lindo, ¿qué opinas?

—Claro que será lindo...

Aquella mañana todos desayunamos en la mesa, incluso Daniel.

—Gracias por hospedarme, esto es mucho mejor que la base —dijo Dani mientras cortaba un trozo de panqueque.

—No tienes nada de qué sentirte agradecido, es un placer —le dije.

—Últimamente, desde que me convertí me siento mejor que nunca. Aun con todo lo que pasa —nos confesó—. Realmente me siento tranquilo.

Sonrió ampliamente. Una real y genuina sonrisa.

—Lamento que hayas sufrido tanto... —confesó Amelia. Tenía los ojos rojos.

—No fue tu culpa —aunque lo dijo rápidamente, pude notar como realmente le costo decirlo—. Además aun en estas cosas puedo ver cómo Dios ha sido bueno. Todas las cosas malas que me han pasado: Ir a la guerra, la muerte de mamá y papá y todo esto... solo me ha atraído a sus pies.

Amelia no contestó, pero pude ver cómo las lágrimas caían hacía su plato. Por otro lado, sus palabras me sorprendieron. Tranquilidad, felicidad, ¿sería verdad? No podía creerlo, Amelia y Ernest también habían dicho ser cristianos, y sí, vivieron bien un tiempo, pero después todo pareció desvanecerse. Tal vez toda aquella idea extraña de la existencia de Dios es algo que solo dura un tiempo.

.∞∞∞∞∞∞.

Daniel se tubo que ir a trabajar. Amelia y Ernest siguieron planeando por horas aquella idea que sigo pensando que está destinada a fracasar. Estos días como hoy son horrendos. ¿Por qué no puedo tener aunque sea un día bueno? Los días que no salimos de la casa son aburridos hasta los huesos y los que no lo son, son peligrosos.

Desearía con toda mi alma querido lector que las cosas se arreglaran, o simplemente terminaran. Esta espera me consume, ¿cuánto más aguardaremos? ¿cuánto más esperaremos?

Al final fui a tocar al cuarto de Ernest, donde Amelia y él trabajaban. Como esperaba estaban sentados hablando de cosas mientras escuchaban música.

—¿Amigos...?

—Maggie, ¿necesitas algo? —me preguntó Ernest.

—Realmente no es una necesidad, pero creo que es importante que pasemos tiempo juntos. Hace mucho que no hacemos algo los tres.

—No lo sé —dijo Amelia—. Estamos muy ocupados.

—Se los pido.

Ernest y Amelia se miraron un momento, como si fueran capaces de leer sus mentes. Se voltearon y me miraron.

—Esta bien —dijeron ambos.

Bajamos, ya tenía listo nuestro juego de mesa preferido: Reyes y Reinos. Un juego en donde cada uno de los participantes tiene su propio reino, y tienen que tratar de conquistar a los de los demás. Largo y con un sin fin de reglas, pero era el mejor juego de mesa para un grupo de ñoños (disculpe la palabra coloquial, no sé de que otro modo expresarlo).

Pasaron las horas. Ernest destruía castillos con grandes tácticas. Amelia lograba recuperarse sabiendo jugar con sus palabras. Mientras, yo sobrevivía al estar a la defensiva. Disfruté cada segundo, cada movimiento, cada risa y sonrisa. Todo, todo lo que pudiera lector. No quiero que me mal-entiendas, realmente amo a esas dos personas, pero quiero vivir. Disfruté todo lo que pude, pues sé que mañana todo esto no habrá valido nada, y que todo lo que habíamos tenido entre los tres, desaparecerá en un instante. Ya lo decidí, en un par de horas cuando el sol vuelva a salir les diré la verdad. Toda la verdad.

Cuando una Ciudad Despierta (#TA2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora