Capítulo 23: Buen hermano, mal hermano

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Teníamos que salir de aquí cuanto antes. De hecho, deberíamos de haber buscado un modo de partir tan pronto como habíamos terminado cualquier charla política con el magister en vez de continuar con todo el asunto personal. ¿Pero cuántas veces podías despedirte de un muerto y poner en orden los asuntos pendientes? Regla n° 9: Por min far, el maldito Helheim valía la pena. Ahora tenía cosas más importantes de las cuales ocuparme, tenía que asegurarme que todos salieran con vida del infierno y no desatar la ira de Hela en el proceso. De pronto estar cantando por lo bajo Uma Thurman mientras guiaba el camino se sentía más como una plegaria. Y realmente estaba preocupada por dónde había dejado el nuevo disco de Fall Out Boy. ¡Todavía no lo había tenido en mi infierno! ¿Qué clase de cruel ser me haría eso?

—Estamos en medio de la mansión de Hela, intentando cruzar sin llamar la atención —murmuró Holland en un susurro junto a mí—. ¿Y tú te pones a cantar?

—¡No puedes no cantar Fall Out Boy! ¡Agradece que no esté bailando!

—Nin...

—Confía en mí, necesito estar de buen humor para lidiar con Hela. Esa zorra no ha tenido buen sexo desde...

—¡Nina!

—¿Qué? Hablo en serio. Su cuerpo está podrido, de la cintura para abajo —dije y casi me estremecí con asco al igual que Holland—. No sé tú, pero mi "no juzgues por la apariencia, o lo imbécil que sea, o la locura" tiene un límite.

—¿Así que ahora tampoco juzgas la locura? —preguntó ella sonriendo con complicidad.

—Ni siquiera empieces con eso.

—Los he visto tomarse de las manos.

—¡Lo cual es absolutamente normal!

—No para un brujo —dijo Holland y resoplé al rendirme—. Nina...

—¿Qué?

—Estoy feliz por ti —respondió ella y la miré sorprendida—. Se nota que es una buena persona. Y lo cierto es que te mereces a alguien que te mire del modo en que él lo hace cuando no le prestas atención.

Genial, el maldito infierno había comenzado a afectar a Holland. Sacudí la cabeza en negación, ocultando la tonta sonrisa que sus palabras habían provocado. No podía distraerme, no si tenía que discutir con la reina del infierno. La última vez no había sido exactamente un momento entre hermanas. Maldita sea, tendría suerte si Hela y Vali no se habían destruido mutuamente por cómo tenía entendido que era la relación entre ambos pero el maldito sitio seguía de pie. ¿No? Las palabras del magister seguían dando vuelta en mi cabeza. Ambos se llamaban a sí mismos Dioses, la historia los reconocía como tales. ¿Pero cuál diferencia había conmigo además de unos miles de años?

Era ridículo. El brujo tenía que haber perdido la razón estando aquí o hablado demasiado con Baldr. Apenas podía lidiar con el maldito título de nobleza y ni siquiera lo estaba ejerciendo. No todavía. Maldición, no podía hacerlo. Pero por cada segundo que permanecía en el Helheim, días podían pasar en el reino de los vivos, y si allí ya había pasado la luna azul... De un modo u otro, parecía no haber alternativa para mí. El peso de mis propias palabras me estaba hundiendo, demasiado joven, demasiado sola en ese aspecto. Era ridículo como sabía que podía estudiar una eternidad, y sin embargo nada jamás me prepararía para lo que era mi vida.

Miré sobre mi hombro a Robin y James. Al menos lucían enteros, o tanto como podían estarlo luego de haber tenido que despedirse del magister de nuevo. Ya había hecho mi duelo, no podía permitirme distraerme de ese modo otra vez. En un juego de poder, ellos eran piezas tan fundamentales como yo podía serlo. ¿Entonces cómo mover las fichas sin manipularlos? No quería hacerlo, pero tampoco estaba segura si ellos aceptarían por su cuenta. Eran brujos después de todo, ellos no jugaban como cambiaformas. Era arriesgado, demasiado. Sería como pedirle a James que se atara de manos y renunciara a su magia, aunque yo le estaría dando mi espada y poniendo mi garganta en su filo. Loki sabía que odiaba el dilema del prisionero.

Inténtalo si puedes (Trilogía Nina Loksonn #2)Where stories live. Discover now