Capítulo 25: No me gusta tu nombre

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Pisar Venecia seguía sintiéndose tan extraño como la primera vez. Me gustaría decir que el viaje había sido sin inconvenientes, pero mi humor no había mejorado tras descansar un poco y cambiarme las prendas manchadas de sangre, y un grupo de hadas no se había mostrado particularmente amable con nosotros. Para desgracia de Cee y Ari, había acabado con ellos antes que tuvieran oportunidad de intervenir. Le había dicho a Hela que sobrepoblaría su casa si no devolvía lo que me correspondía, no había estado bromeando. La bruja casi se desmayó al presenciarlo, y no en el buen sentido de estar impresionada porque me hubiera cargado a cuatro sujetos en menos de un parpadeo. Regla n° 18: Nunca era bueno provocarme cuando no estaba de humor.

Tanto como seguía queriendo quemar su maldita capa, debía admitir que era útil para ocultar el hecho que andaba con dos espadas por la vía pública. Agradecía a las hadas por la espada extra, por eso su muerte había sido rápida. Y podía tener una pésima memoria para los números telefónicos, pero mi sentido de orientación era casi tan bueno como mi uso de la espada. Tampoco era como si todos los puentes de Venecia tuvieran una entrada secreta debajo que llevaba directamente a un nido lleno de brujos locos del tiempo. Una vez que recordé el camino, no fue muy difícil llegar, solo cuestión de conseguir una góndola.

—¿Qué harás luego? —preguntó Cee sentada a mi lado en el barco.

—Tengo demasiadas cosas pendientes como para saber por dónde empezar —admití.

—¿No quieres quedarte con nosotros?

—No puedo darles la espalda a mis obligaciones.

—Dices esas cosas, y pareces tan madura, pero no suenas como si fueras muy mayor.

—Apenas llego a las dos décadas —admití y ella me miró sin terminar de creerlo—. Mi vida me obligó a madurar muy rápido en algunos aspectos. No te lo recomiendo, no es una buena experiencia. Así que tengo una bruja que encontrar, un chico que matar, y mil problemas más que solucionar de inmediato.

—Suena complicado.

—No te haces una idea.

Salté fuera de la góndola una vez que se detuvo. Estaba bastante segura que debía estar tocando fondo para recurrir a esto, pero llegada a esta altura ya no tenía muchas opciones. Necesitaba encontrar a los demás, y lo quisiera o no los guardianes del tiempo tendían a saber todo si soportabas su locura. Dudé un instante antes de llamar a la puerta. ¿Por quién se suponía que preguntase? Podía arriesgarme a preguntar por Robin, de hecho era bastante probable que lo encontrara, pero no sería la versión que necesitaba de él y considerando mi estado actual sería capaz de matarlo o decir cosas que no debía. Maldito fuera el tiempo y maldito fuera él por ni siquiera poder hacer simple el mandarlo al diablo.

Golpee firmemente sin tener la menor idea de lo que estaba haciendo. ¿Si no era él, entonces quién? No era como si estuviera dispuesta a tener otra conversación con Zenon, con una sola ya había sido suficiente para toda la vida y no quería lidiar con sus tortugas gigantes de nuevo. El guardián del tiempo que abrió la puerta se escondía debajo de su capa, como era habitual. Lo que no era tan habitual, era que una chica que no resultaba una bruja y que llevaba puesta una capa de guardián del tiempo estuviera llamando a la puerta. Al menos esta vez no estaba manchada de sangre. Y supe, tan pronto como ese nombre maldito apareció en mi cabeza, que seguramente me arrepentiría de esto. ¿Cómo demonios pronunciarlo por empezar?

—Estoy buscando a Violetta —dije y casi me estremecí al decir ese nombre.

—Chi sei? —preguntó él y maldije el insoportable italiano.

—Solo dile que Nina Loksonn la está buscando. Vamos, se supone que seremos amigas o algo así le entendí. ¡Llama a Violetta! Ah, y ellos quieren asilo.

Inténtalo si puedes (Trilogía Nina Loksonn #2)Where stories live. Discover now