Inténtalo si puedes (Trilogía Nina Loksonn #2)

Capítulo 9: El tiempo cambia de estrategia

El shinigami se acercó a mí para atacar de nuevo. Me levanté de un salto y giré a un lado para evitarlo. Al infierno con la maldita culpa. Sí, había asesinado a sangre fría y posiblemente el mundo sería un mejor lugar si no existiera pero ese no era motivo alguno para darle lo que quería a un maldito sujeto que se había atrevido a tocar a quienes me importaban. Toda mi vida había odiado la idea del suicidio, jamás perdonaría al magister por haberlo cometido sabiendo lo que me provocaba, y si moriría ciertamente no sería por eso. Si yo no detenía la guerra y cambiaba el futuro nadie lo haría, y el tiempo podía irse al diablo si creía que tenía poder sobre una Loksonn.

Bloquee otro ataque y no le dí respiro al shinigami antes de atacarlo. Él retrocedió ante mi estocada, una sonrisa se dibujó al instante en mi rostro por mi primer avance. Mi performance había sido lamentable hasta el momento pero jamás en toda la historia un Loksonn había perdido un duelo, y yo no sería la mancha en el apellido familiar. ¡No con una estúpida criatura oriental! Detuve otro ataque y lo obligué a retroceder de nuevo. ¿El maldito había creído que podía hacer lo que se le antojase? Fui rápida al momento de embestirlo, evadiendo su ataque al bajar la cabeza y logrando que retrocediera hasta estar contra la piedra. Quizás me superase en fuerza y tamaño, y su velocidad fuera similar a la mía. Quizás la plata me estuviera debilitando y mi espada jugara en mi contra, y quizás me tuviera bien merecida la muerte. Pero estaba segura como el infierno que eso no sucedería hoy.

El shinigami bloqueó otro de mis ataques, tan distraído que ni siquiera notó que era una distracción. Mi otra mano fue rápida en coger el cuchillo de mi cintura y clavarlo en medio de su pecho. La hoja penetró su armadura gracias a mi fuerza y no dudé en tirar hacia abajo para abrirlo por completo. Su katana cayó al suelo. Era un arma admirable, pero demasiado inconveniente al necesitar de las dos manos para utilizarla. El shinigami se desplomó delante de mí y lentamente comenzó a desintegrarse hasta que no quedó nada más que su vacía armadura, regresando al sitio del cual había sido invocado.

Envainé mi espada y limpié el cuchillo en mi ropa antes de guardarlo. Me había cargado un dios de la muerte, bien por mí. ¡Y ni siquiera se me había corrido la corona en el proceso! El sonido y la temperatura regresaron una vez que desapareció la presencia de la muerte, cualquier horrible sentimiento se extinguió a excepción de mi agitado estado y el intenso dolor de las heridas provocadas por plata. Las ignoré, no era momento para lamer mis cortes o darle importancia a la agónica sensación.

Me dejé caer junto a Holland tan pronto como fue posible, mis rodillas se quejaron al deslizarme sobre piedra dura pero no me importó. Robin estaba notablemente pálido, su piel perlada por el sudor helado mientras no dejaba de luchar por respirar un aire que no sentía. Holland me miró con la preocupación y el dolor grabados en su rostro junto con las malas expectativas. ¿Dónde demonios estaba James? No, maldita sea, el tiempo podía estar reescribiendo sus planes para que yo no pudiera cambiar el futuro pero esto era simplemente ridículo. Él no podía morir, no ahora.

—Hela, te juro por todos mis antepasados hasta el mismo Loki, que si le pones una mano encima te ataré personalmente con plata al fondo del slid —susurré en nórdico.

—Lo he intentado todo pero nada parece funcionar —dijo Holland consternada—. Lo siento. Lo siento mucho. Yo... No sé qué hacer. Ni siquiera sé qué sucede.

—Que no esté en el lugar correcto, no significa que no lo cargues contigo —dije al comprenderlo y Robin abrió los ojos cuando toqué con cuidado su rostro, su piel estaba helada—. Tienes que calmarte. Solo aguanta un poco más, James estará de regreso.

—Ha pasado demasiado tiempo bajo el agua —susurró Holland de modo que solo yo la escuchara y sus preocupados ojos se fijaron en mis heridas—. Y estás perdiendo demasiada sangre.