Capítulo 4: No es un buen momento

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¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo había visto? Esa era la palabra clave, tiempo. Me era imposible saberlo con exactitud si él no vivía de un modo lineal. Deseaba tanto besarlo. Maldito idiota por ser así y por provocarme sentimientos. ¡Un brujo loco no tenía derecho a hacerme esto! Mucho menos uno que no debía saber nada sobre los días que habíamos pasado juntos, o que él pasaría conmigo. Había olvidado lo fácil que lograba provocarme migrañas. Pero al menos este Robin lucía más feliz que su versión futura, aunque no tanto como la primera vez que lo había visto.

Ni siquiera me molesté en disimular al momento de saltar sobre él para abrir su chaleco y desprender los primeros botones de su camisa. Robin intentó detenerme pero de todos modos ya había visto lo que deseaba. El reloj sobre su piel marcaba las cinco y media. La última vez que lo había visto, a la versión más futura de él, su reloj había marcado casi las doce en punto. A solo un segundo de la muerte. Este Robin aún no había cometido una infracción tan grande como para costarle todo, pero lo haría, y tenía que haber un maldito modo de evitarlo.

—¿Intentas quitarle la ropa a todos los hombres que te cruzas? —preguntó él.

—Déjame ir —dije.

—Tenemos que hablar.

—¡Pues te has tomado tu tiempo para esto! —dije molesta.

—Estaba ocupado.

—¿Tiene que ser justo ahora? ¡Eres un maldito guardián del tiempo! ¡Búscame en otro momento!

No, no ahora mismo. El kitsune sabía que lo había engañado, y quizás yo pudiera lidiar con los de su tipo pero no haría que Holland o Robin tuvieran que pasar por algo similar. James era parte del paquete, lástima. Los kitsunes tenían esta ridícula obsesión con tener siempre la última palabra, no dejarían pasar un engaño. ¡Y sin importar cómo, yo tendría la última palabra! Pero el problema era que sabía cuan imposible resultaba deshacerse de Robin excepto que él se fuera por su cuenta. ¿Cómo huir de un guardián del tiempo?

—¿Sí? Pues suerte intentando deshacerte de mí —dijo él.

Lo miré un instante y luego el cuchillo en mi mano. ¿Por qué demonios era incapaz? No era más que un maldito brujo, tan egocéntrico y arrogante como cualquier otro. ¿Cómo podía ser tan débil? No sería algo permanente, solo lo suficiente para que yo estuviera lejos cuando recuperara su magia. ¿Entonces por qué me negaba cuando con James no había dudado? Cerré fuertemente mis manos ante la frustración. Lo odiaba. Esto no podía estar pasándome a mí. Me di vuelta solo para encontrarlo allí también. El maldito brujo podía controlar el tiempo a su antojo, estaba condenada si había decidido no dejarme en paz.

—No quieres estar cerca de mí ahora mismo, créeme —dije.

—No creo que tengas opción.

—Posiblemente me esté persiguiendo un kitsune cabreado, además de tu odioso hermano.

—Oh, sí, yo le dije a James que podía acompañarme.

—¿Que hiciste qué?

El kitsune no podía estar muy lejos, estaba segura de poder captar su esencia en el aire. Tenía que distraerlo y llevarlo lejos de los brujos, no podía permitir que se lo cruzaran. Eso sin mencionar todos los otros inconvenientes, como que mi propia gente me buscaba para llevarme a Rike y la comunidad de brujos también me quería por ser acusada de asesinar al magister. ¿Realmente tenía que comenzar a explicarle a Robin por qué no era bueno este preciso momento?

—Sí, él siempre se quejaba de cómo no pasamos tiempo de hermanos así que lo invité.

—¿Estás buscando que James y yo nos matemos mutuamente? Porque eso es lo que sucederá.

Inténtalo si puedes (Trilogía Nina Loksonn #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora