Capítulo 31: Mala hierba nunca muere

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—No lo haré —repitió James por séptima vez.

Le presté tanta atención como las seis veces anteriores, lo cual era nada. Lo decía con tan poca convicción que ya sonaba más como una frase vacía que repetía una y otra vez para convencerse a sí mismo. Había estado allí, había hecho eso, nunca funcionaba. Suspiré y tiré más fichas delante sin levantar la mirada de mis propias cartas. Robin había desaparecido tan pronto como habíamos comenzado a hablar de política, alguien se tomaba demasiado en serio sus reglas de no entrometerse en esos asuntos aunque él hubiera dado la excusa de querer salir a tomar aire. Seguía cargando el peso de lo que había hecho, por más que no era un tema que yo deseara tocar.

—Nadie te está obligando a nada. Solo estoy diciendo que si fueras el magister, podrías deshacerte del exilio de Holland sin inconvenientes —dije sin prestarle atención—. De seguro ella debe extrañar un infierno la comunidad y a quienes conocía allí. Tengo entendido que no tiene permitido contacto de ningún tipo, ni siquiera con su familia, y sabes lo sentimental que Holland puede llegar a ser...

—¿Estás utilizando a tu mejor amiga para manipularme?

—James, si en realidad quisiera manipularte, estaría intentando convencerte que tu madre es una zorra sin sentimientos que te manipula a su antojo y conveniencia pero lo cierto es que ella hizo lo mejor que podría haber hecho para cuidarte de cometer un gran error. Tiene un punto allí.

—¿Estás utilizando ahora psicología inversa?

—No tengo paciencia para intentar psicología inversa contigo.

—¿Entonces qué demonios se supone que estás haciendo conmigo?

—¿Jugando poker? ¿Comentando lo obvio?

—No pediré elecciones y no me postularé para ser magister. ¡Aun si lo hiciera creo que ya dejaste bastante en claro que no puedo ir contra Rogers!

—Consejo, siempre mantén una buena relación con el encargado de la defensa. Tan horrible como suena, tu poder recae en la amenaza que representas, y sin fuerzas armadas no eres mejor que un conejo en una manada de lobos.

—Jamás podría mantener una buena relación con ese bastardo —dijo James lentamente.

—La hipocresía es la cualidad de todo político. ¿Cierto? —pregunté sonriendo—. El magister debía de odiarlo, pero se las arreglaba para pretender ser su amigo y no tener problemas. Es todo un arte el aprender a sonreírle tan encantadoramente a la persona que más te repugna en el mundo. Eres bueno en eso, no debería serte difícil.

—¿Me estás insultando?

—Halagando, políticamente hablando.

—¿Realmente crees que puedo estar siquiera en el mismo lugar que ese hijo de puta?

—No insultes a las putas —dije calmadamente y él me miró incrédulo—. Créeme, son tus mejores infiltradas cuando tienes el poder. ¿Tienes idea de cuántos secretos conocen por acostarse con las personas más poderosas? Otro consejo, siempre llévate bien con las putas. Aunque, personalmente, ten cuidado. Son bastante astutas cuando quieren y no te recomiendo mezclar negocios con placer en ese caso. Trátalas bien, con respeto y como si fueran importantes, y te dirán lo que quieras.

—Eres definitivamente la persona más extraña que he conocido en toda mi vida.

—No, solo sé un truco o dos que resultan bastante útiles al momento de tener el poder. El magister pudo haberte dado sus clases teóricas, pero es insuficiente al momento de la práctica.

—No tengo en mente ponerlo en práctica.

—Es una lástima entonces. Supongo que yo tendré que seguir haciéndome cargo de Holland. No es como si me molestara, pero me gustaría no verla triste cada vez que un grupo de estúpidos brujos le rechazan de nuevo su pedido de retirar el exilio. Temo que no puedo hacer nada en ese aspecto. Como bien has dicho, no soy más que una cambiaformas y no tengo poder alguno dentro de la comunidad.

Inténtalo si puedes (Trilogía Nina Loksonn #2)Where stories live. Discover now