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—¿Crees que estén bien? —me pregunto la Ale que está tirada en mi cama mirando el techo.

Se que se refiere al trío de weones que se puso a pelear.

—Deberías llamarlo —me senté en la cama—Pero no creo que haya pasado de empujones.

Susurro algo y agarro su celular.

—¿Tienes algo con el Jaime?

—Solo somos amigos, amigos que refuerzan la amistad —tecleo algo en su celular—¿Quieres ir a la plaza? Están allí.

Vi brillo en sus ojos y me reí.

—Ya, vamos, anda al negocio a comprar algo mientras, yo tengo que hacer algo —le sonreí.

—¿Lo de siempre? —alzó una ceja y asentí.

Antes de que saliera de la pieza me abrazo con fuerza, Jaime culiao, ¿Que le estas haciendo a mi amiga?

Abrí el velador y saque la cajita de las pastillas, me las eche en la mano y baje a la cocina a buscar agua. Debería tomármelas en una hora más pero ni cagando llevo las pastillas para la plaza, ademas dudo que pase algo.

Salí de la casa pillándome con el Vicho que justo iba a golpear el portón.

—¿Me evitarás siempre? —preguntó enojado.

—No quiero hablar —suspire.

—¿No quieres hablar para irte a ver con esos weones? —se cruzó de brazos—¿Me estai cagando?

Fruncí el ceño.

—¿En serio piensas que sería capaz de hacer esa wea?

—No se po.

—No, no te estoy cagando, ¿Ahora podi irte?

Bufo.

—Lo siento, no debí decir esas weas pero me carga que no me dejes cuidarte po, si sabes como soy, no me gustaría verte mal otra vez —pasó sus manos por mi espalda baja y las entrelazó allí.

—No quiero que me controles, solo te pido eso.

—Lo hago por tu bien, en el desayuno ibas a tomar café cuando sabes que te hace mal —me acercó a él—Solo trato de evitar una posible desgracia po enana.

Nos miramos un rato a los ojos como si de eso dependiera la vida y me abrazo.

—Te amo —dijo.

—Yo también —sonreí como weona.

—¿Entremos y hacemos algo? Ver una película, regalonear un poco.. ¿Te tinca enana? —me dio un piquito.

—No porque va a salir conmigo —se escuchó la voz de la Ale y los dos la miramos.

—Si.. voy a salir con la Ale —afirme y la Ale sonrió victoriosa.

—Pero enana.. —hizo un puchero—Lo pueden dejar para otro día po, aparte ya es tarde y sabes que no es bueno que estes hasta muy tarde afuera por el frío...

Ya empezó con la wea.

—Chao, cuidate —le di un beso en la mejilla y entrelacé mi brazo con el de la Ale para comenzar a caminar.

Amigas primero, el pololo después chiquillas.

Caminamos unas cuadras hasta llegar a la plaza, la verdad es que si está atardeciendo y está haciendo frío pero nada que un polerón no solucione.

Los cabros están sentados bajo un árbol y el Javier tiene el pomulo un poco de color morado y el labio roto, el Jaime tiene la ceja rota y el Diego no tiene nada en la cara.

Ninguno dijo nada, solo se escucha como el Jaime expulsa el humo de su boca.

Esto se vuelve incómodo.

Pasaron algunos minutos en donde estos se dan miradas y yo con la Ale igual, se volvió incómodo así que me paré del pasto y dije que ya tenía que irme, camine un poco hasta que me hablaron.

—¿Y pa donde va la dama? —preguntó el Diego.

—A mi casa —me encogí de hombros—Creo que querían estar solos..

—No, pero estábamos mirando el atardecer po, ¿No lo vio? —colocó sus manos sobre mis hombros y me giro.

Mire el cielo que está de un color morado y mezclado con rosado y naranjo.

—No me di el tiempo de mirarlo —confesé—Estaba incomoda con ustedes tan callados, hasta pensé qué tal vez les habían cortado la lengua.

—Mira el cielo y relájate, no lo observes como si fuera algo simple, vea sus colores dama, vea lo hermoso que son —susurro en mi oído mientras masajea mis hombros.

Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo.

—Los colores del cielo son igual de llamativos que tus ojitos —posó su mentón sobre mi hombro.

Es normal que sienta que se me va la respiración con tanta cercanía del Diego y que mi corazón se acelere más de lo normal, ¿Verdad?

Cualquiera sentiría esto, no es para tanto.

Se apego más a mi y despejó el pelo de mi cuello para dejar un beso sobre mi piel erizada por su tacto.

Me separé de él.

—Me tengo que ir —trague grueso y trate de ocultar mi nerviosismo.

—Nos vemos pronto —iba a agarrar mi mano pero me eche un poco para atrás.

No se si soy yo la que me estoy pasando rollos y tal vez el es así de cariñoso pero esto se da a mal pensar y si el Vicho me viera así de seguro pensaría cualquier wea.

—Me tengo que ir —repetí.

Seguí caminando hasta llegar a mi casa en donde ya están mis papas y lo sé por el auto que está afuera. Entre, salude y me fui a tirar a mi cama.

¿Por qué chucha el Diego me causa weas si no lo conozco? ¿Por qué me gusta el roce de su cuerpo con el mío? ¿Por qué estoy pensando en él si tengo pololo?

En otra vida                                        Donde viven las historias. Descúbrelo ahora