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¿Media hora llevaré sentada afuera de la casa del Diego?

Cuando llame no salió nadie, ni el conchetumare salió a ladrar. Me sobe las piernas porque las tengo casi congeladas por el frío.

Saqué mi celular otra vez y lo volví a llamar, menos mal esta vez si contestó.

Se me había descargado el celular, ¿Que pasó?

—¿Donde estai? —suspire por el frío.

—Ahora estoy cargando mi celular en la cancha cerca de mi casa, ¿Por que?

—Es que estoy afuera de tu casa hace rato, ¿A donde está esa cancha?

—Dime que andai con alguien más porfa.

—No, ando sola, es que no me contestabai y me sentí culpable po, quería hablar contigo.

—No te movai de ahí.

—Pero no te demores que estoy caga de frío —me paré del suelo—Mejor dime donde está la cancha y voy para allá.

Eso dije cuando ya se había cortado la llamada.

—Oye, ¿Donde hay una cancha por aquí? —le pregunté a un pendejo.

—Teni que doblar pa allá y caminas unas tres cuadras, después cruzai y la vas a ver.

—Dale gracias.

Seguí las indicaciones del cabro chico y sentí el aire helado chocar con mi cara, revolotear mi pelo, también chocar contras mis piernas descubiertas, suspire.

Vi la cancha y también vi al Diego caminar rápido hacia mi.

—Te dije que no te movieras de ahí —guardo su celular—Esta wea se echo a perder más encima.

—¿No estai enojado? Te juro que se me olvidó, no sé en qué vola me fui, lo siento.

—¿No te cansas de pedir perdón? —se rió.

—Ni me doy cuenta cuando lo hago —solté una risa nasal—¿Entonces.. ?

—¿Entonces que? —me acercó de manera brusca a él y le sonreí, nos dimos un beso durante varios segundos—Déjame plantado todos los días pero con la condición que después me vengas a buscar y me des un beso así.

—No es necesario dejarte plantado, aparte no lo digai así po —tire de su labio—Te extrañe.

—Mmm no lo sé —tiro de mi mano—¿Me acompañai a buscar al conchetumare?

—¿Y donde está? —balanceé nuestras manos que están entrelazadas.

—¡Pegale po Vicho culiao! —gritaron y me tensé, no quise seguir caminando.

¿El Vicente está aqui? Si me ve de la mano con el Diego quizá que show hará. Pero si él vive a la chucha de aquí po weon, ¿Que mierda hace aquí?

—Vamos po, si el conchetumare no te va a morder —se burlo.

Seguí caminando e ignore lo del Vicho, aunque admito que mi corazón va a mil por hora.

Llegamos a la cancha y observe a todos los weones que están jugando pero gracias al pulento ninguno es el Vicho.

—¡Conchetumare, ven! —gritó el Diego pero el perro no lo pescó—Espérame aquí, ¿Ya? —me dio un piquito y los cabros empezaron a webiarlo.

—¡Uyyyy! —gritaron.

El Diego se rio y camino hacia donde el perro que anda persiguiendo la pelota. Me senté en la orilla de la cancha y mire como juegan.

Weones brutos.

Vi al conchetumare correr hacia mi y cuando pensé que me iba a morder.. empezó a languetiarme, le hice cariño hasta que se echó en el piso con la lengua afuera.

—Te dije que te extrañaba —me dijo el Diego para luego sentarse detrás mío y abrazarme.

—Pensé que me mordería —solté una risa nasal—Tal vez nos podamos llevar bien.

—Eso espero po, ¿Como lo vamos a hacer cuando tengamos que sacar a pasearlo si se llevan mal? —susurró en mi cuello y agarró mis manos para entrelazarla con las suyas.

—Si el me odia, no yo—me reí—¿Vámonos a tu casa? Es que estoy caga de frío, estuve caleta de rato sentada afuera de tu casa —me acurruqué en su pecho.

—Uy mi wawa tiene frío —se rió y empezó a darme besos en el cuello.

Me empecé a reír como weona porque me da cosquillas la wea, aparte de que me da vergüenza que estemos en plena cancha po.

—Vamos po —junte sus labios con los míos.

—Bueno, vamos —accedió y luego los dos nos paramos, el Diego les grito que se iba y empezaron a gritarle que era un macabeo culiao.

Caminamos de vuelta a su casa junto a el conchetumare que va sacándole pica a los perros que están encerrados en sus casas, el weon pesado, hasta les mea la reja.

Entramos a la casa y nos fuimos directo a su pieza. Se sacó sus zapatos y se recostó sobre la cama, yo también me saqué mis zapatos del liceo y me tiré sobre él para empezar a darle besos.

—Estas helada —dijo cuando sobo mis piernas y dejó de darme besos, hice un puchero.

Me hizo pararme de la cama para después correr el cubre camas y la sabana a un lado para poder taparnos. Ahora si po, estoy más calentita.

—¿Como te fue hoy? —preguntó mientras acaricia mi pelo.

Como las weas.

—Bien..

—¿Segura?

Demás que el Jaime culiao le contó lo qué pasó.

—¿Por qué preguntas si el Jaime ya te contó todo? —suspiré.

—Porque nunca creo nada hasta que esa persona me lo dice.

—No fue nada, solo estábamos conversando y.. y eso.

Me destapo un poco y con cuidado fue desabrochando mi camisa, lo mire raro pero no lo detuve. Me saco una manga y recién me vi que tengo las marcas de los dedos del Vicho.

—Eso no es conversar —volvió a ponerme la camisa y me abrazo.

—Tal vez se sobrepasó un poco..

—Deja de defenderlo, esa wea no es normal Andrea, solo mira como te dejo el brazo —bufó.

—No lo estoy defendiendo y ya, no quiero hablar de eso —me recosté a su lado y le di la espalda.

—Niña, que es de mala educación darle la espalda a las personas, ¿Nunca te enseñaron eso? —me abrazo por detrás.

—Pero es que no quiero hablar del Vicho —bufé.

—Oye —presionó mi guata.

Me di vuelta y quedamos súper cerca, sonrió.

—Oye po.

—¿Que? —fruncí el ceño.

—Soy terrible feliz contigo.

En otra vida                                        Donde viven las historias. Descúbrelo ahora