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La sensación de correr, sentir la adrenalina y ese nudo que se forma en tu pecho pero no por tristeza, si no que de felicidad.

Siempre me dijeron que no debía hacer tanto ejercicio porque me hace mal hacer tanto ejercicio. Pero en este mismo momento voy corriendo detrás del Diego sin importarme nada, ni mi enfermedad y menos las consecuencias que tendré por estar corriendo.

Llegamos a el metro y el Diego saltó la wea en donde hay que pagar, yo también lo hice de la pura adrenalina, justo había un metro ahí y nos subimos, las puertas se cerraron y los weones que nos venían siguiendo quedaron afuera.

¿Por qué corríamos? Bueno, resulta que los mismos locos de los que estábamos corriendo la otra vez volvieron y tuvimos que salir corriendo porque sus intenciones no eran hablar..

—Lo siento por eso otra vez —se rió el Diego y se sentó en el suelo.

—Te tienen mucha sangre en el ojo al parecer, ¿Que wea les hiciste? —me apoye en su brazo y sobe mis piernas.

—Puede que.. tal vez les hicimos mierda su auto —se rió.

Lo mire mal.

—Ellos empezaron, ¿No has visto el rayón que tiene mi bebé? —se refirió a su moto y negué—Bueno, ellos fueron y solo porque le tenían mala al Javier pero termine yo con la peor parte —bufo.

—¿Y por eso te quieren sacar la chucha? —pregunte extrañada.

No se porque no le creo esta historia que me está contando.

—Si, ¿No me crees? —pasó su mano por detrás de mi espalda—Puedes preguntarle a los cabros.

Comencé a sentir como hormiguitas por mis piernas que luego fueron reemplazadas por unas punzadas, abrace más al Diego y trate de calmar mi respiración, la cabeza me comenzó a dar vueltas weon, siento que si suelto al Diego me voy a caer.

—¿Quieres un chicle? —susurró en mi oído y negué—¿Estai bien?

—Se me acalambraron un poco las piernas —cerré mis ojos con fuerza.

—Haber —agarró mis piernas y me quejé, comenzó a masajear mis piernas de una forma delicada—Ya va a pasar, tranquila.

Sentí los músculos de mis piernas contraerse aún más, ¡Conchetumare!

—Diego, no, déjame que me duele —suspiré.

Nombraron la estación donde nos tenemos que bajar y empecé a desesperarme porque no me voy a poder bajar así, es que me duele mucho.

Las puertas se abrieron y el Diego me tomó en brazos, salimos de ahí y escondí mi cara en el pecho/cuello del antes nombrado.

En unos minutos llegamos a mi casa y me pidió las llaves, abrió para que pudiéramos entrar a la casa, una vez adentro me dejo sobre el sillón.

—¿Aún te duelen? —se hincó frente a mi y asentí—¿En que parte?

—Toda la pierna —me tape la cara.

Luego recordé los remedios, mire el reloj que está colgado en mi pared. Mierda me pase por dos horas y ni cuenta me di.

—Diego.. anda a mi pieza y.. y.. —trague grueso.

—¿Y que?

—En el velador.. —suspiré—Hay un frasco con pastillas, tráelas porfa.

Sus manos dejaron de masajear mis piernas para poder ir a mi pieza. Me comenzará a hacer preguntas sobre porqué tomo esas pastillas, no weon, ¿Por qué me tiene que pasar esto ahora?

Me limpié unas lágrimas que salieron de mis ojos, me mordi con fuerza el labio.

El Diego llegó con el frasco de pastillas y le indiqué cuáles y cuántas eran. Me pasó las pastillas junto a un vaso con agua el cual tome hasta la mitad. Pasó su mano por detrás de mi nuca para atraerme a su pecho y me dio un beso en el pelo.

—Tranquila —susurró mientras soba mis piernas.

Pasó casi media hora para que los medicamentos hicieran efecto, las punzadas cesaron pero de igual forma no quise mover mover mis piernas aún.

El Diego no me ha soltado en todo este rato, agradezco que no me esté preguntando nada a cada rato como lo hacía el Vicho y también mis papás, ¿Estás bien? ¿Aún te duele? ¿Te llevó al hospital? ¿Por qué te dio eso? y muchas de esas preguntas esta vez no se hicieron presentes.

Separé mi cabeza del pecho del Diego y este me miró.

—Creo que.. que ya pasó —dije en susurro.

—Estaba pensando en qué deberías ir al hospital porque no es normal que te pase eso cada vez que corres.

—Me dieron esas pastillas, es solo por tanto sedentarismo —mentí.

Asintió y tomó mis piernas con cuidado, las flexiono un poco, giró hasta mis tobillos, no se porque lo hace pero su carita de concentrado me da mil años de vida.

Me acomode en el sillón y me senté bien para que el Diego se pudiera sentar a mi lado.

—No le dire a nadie, tranqui —habló después de minutos muy silenciosos.

Me reí, es lo mismo que me dijo ese día.

—Me da miedo —acaricio mi pierna.

—¿Que cosa?

—Que algún día te pase esto y nadie pueda ayudarte —hizo una mueca.

—Supongo que ese día te llamaré porque tú dijiste que..

—Si algo te pasa no dudes en llamarme —dijimos al unísono.

Acerqué mi mano a la suya para entrelazarla con la mía.

—Aparte solo contigo me la paso corriendo, cuando estoy sola con cuea camino, soy una pajera culia —me reí.

—¿Osea que yo tengo la culpa? —dijo asombrado.

—Si, tú y tus amigos que te persiguen por venganza —me senté sobre su regazo.

—Feos culiaos que me hacen correr con mi niña —me dio un beso casto—Es que conmigo siempre vas a tener que estar preparada para cualquier wea.

—Me gusta eso —sonreí.

—¿Y de casualidad no te gusto yo? —mordió mi labio.

Me reí y nos fundimos en un beso, sus manos posadas en mi espalda baja que cada vez más van bajando y apretando me hacen desear muchas weas. Pero no pasó nada más, solo fueron besos..

En otra vida                                        Donde viven las historias. Descúbrelo ahora