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Andrea.

Va a llover weon. No, no lo digo literalmente porque no sale lluvia para hoy, ¡Pero weon, mis papás me dejaron ir a Pucón con los cabros!

Así que aquí estoy, levantándome a las dos de la mañana porque a los aweonaos dijeron que a esta hora no iba a haber tanto taco. ¿Fuente? Ni idea de donde sacaron esa wea.

Pero apúrate —dijo el Diego a través de la pantalla y tomó de su café.

—Ya voy, espérate un poco, no suelo levantarme a esta hora, ¿Por qué no nos fuimos más tarde o más temprano? —bostece.

—¡Porque a esta hora no hay taco mierda, apúrate! —gritó el Javier.

—Mejor hubiera dormido en el auto, weon ni tienen licencia, ¿Si nos paran los pacos? —me abroche las zapatillas.

—El wachito rico es paco po, lo llamamos nomas y listo —opinó la Ale.

Mi mamá se cago de la risa.

—Dime que no estaba tu mamá o tu tío ahí porfa —se vio urgida.

—Aqui está revisando que no me falte nada, ya voy a cortar porque por ustedes me demoro —corte.

Saqué la chaqueta del Diego que aún no se la devuelvo de cuando fuimos a ese sendero weon. Me la coloque y luego agarre el bolso con mi mochila.

Me despedí de mi papá, de la Laura que estaba durmiendo así que solo le di un beso en la frente, y de mi mamá para luego salir de mi casa y subir las weas al auto, un auto que claramente nunca había visto, es más grande.

—Hola —saludé y todos me saludaron menos.. ella.

¿Por que nunca dijeron que ella también iba weon? Mejor no hubiera venido, ya no quiero ir.

El Jaime se tuvo que bajar para echar el asiento para adelante y yo poder pasar a los de atrás y sentarme junto al Diego.

—No me digas nada —suspiró.

Vi que trae el lémur que le regale hace como dos dias atrás en el zoológico y sonreí, si le gustó.

—Ya weones preparen el culo porque son casi nueve horas de viaje si es que no hay taco —dijo el Javier ya poniéndole la pata al auto.

—Que terrible estar sentada nueve horas en un auto —se quejó la Natalia.

—Entonces bájate po —murmuró el Diego que se ve un poco enojado.

—Acuéstate —le dije poniendo una almohada en la parte dura de la wea, donde quedará apoyada su espalda.

Me hizo caso y saqué una mantita, me acomode entre sus piernas y apoye mi espalda en su pecho, los dos quedamos acostados y gracias al pulento yo estoy entre sus brazos. Sacó su celular y conectó sus audífonos al celular para luego ponerse uno él y el otro a mi. Se metió a la aplicación de Netflix para empezar a buscar una película, me hizo elegir a mi pero yo ya voy casi quedándome dormida así que mejor puso música y comenzó a jugar con mi pelo, cosa que me relajó.

—¿Vas cómodo? —le pregunté con los ojos cerrados.

—Me gustaría estirar un poco más los pies, pero ignorando eso, si, voy cómodo. ¿Y tú?

—Voy demasiado cómoda —bostece.

Me tape más con la manta mientras el Diego está acariciando mi guata por debajo de la ropa, no me gusta porque tengo rollos pero me gusta esa sensación que me genera.

—¿Te pasó al rey Julien? —me preguntó y me cague de la risa.

—¿A quien?

Me pasó el peluche del lémur.

—Se llama rey Julien, igual que el de la película po, no me digas que nunca la viste porque nos vemos las tres películas ahora.

Recordé que me dijo que cuando chico era fan de esas películas y su cara demostraba emoción cuando contaba eso.

—Veámoslas po, ¿Te tinca? —lo miré.

Sonrió como un cabro chico y sacó su celular para poner la película. Me fue diciendo cada parte que le gustaba de esa película y las escenas en donde tenía que poner más atención, hasta los diálogos se sabe el weon.

—Le falta una corona —dijo—¿Me ayudas a hacérsela cuando lleguemos?

—Obvio que si —entrelace su mano con la mía y la puse sobre mi pecho—Te quiero más que la chucha.

—Yo también, preciosa —dejó un beso casto sobre mis labios y luego me dio uno más largo—Eri lo mejor del mundo.

Se me aguaron los ojos por lo que dijo y no respondí nada porque seguramente me voy a poner a llorar, así que solo me acurruqué más en él y seguimos viendo la película, de vez en cuando nos dábamos algunos besos que me alborotaban todo.

Estoy más feliz que la conchetumare weon.

En otra vida                                        Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum