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Génesis | Capítulo: Sentimientos
11 DE AGOSTO, 2020
Hago el esfuerzo de levantarme de la cama cuando el timbre vuelve a sonar, sintiendo dolor en cada parte de mi cuerpo con cada movimiento que hago. Me cuesta respirar, más que nada por la congestión, y tengo escalofríos cada dos segundos.
–¡Voy! –aviso con la poca voz que me queda.
Repitan conmigo, no hay que salir con el pelo mojado en pleno invierno y con temperaturas menores a diez grados.
Me sorprendo al mirar por la mirilla de la puerta y encontrarme a Enzo esperando al otro lado de ésta.
No lo veo desde aquella cena fallida hace un par de noches. Estos días apenas intercambiamos un par de mensajes pero nada más, ni siquiera llegamos a tocar el tema de la discusión otra vez.
Dudo durante un momento en si recibirlo o no. Lo extraño, sí. Pero mis condiciones claramente no son las mejores y tampoco me siento con las fuerzas suficientes como para entablar una conversación justo ahora.
Además del hecho de que podría contagiarlo, pese a ser una simple gripe.
Finalmente lo hago, abro la puerta pero tomo distancia en seguida de ésta.
–Hola. Antes que nada, tengo gripe, así que no te recomiendo acercarte mucho.
–Hola, sí. Por eso vine –dice y parece notar mi confusión ya que agrega: – Tu prima pasó por mi departamento, me dijo que se tenía que ir a trabajar y necesitaba que venga a verte porque y cito, estas al borde de la muerte.
La quiero matar.
Le dije que podía irse a trabajar tranquila, que no me iba a pasar nada por estar unas horas sola pero parece que no entendió, ni tampoco cuando sugirió llamar a Enzo y le pedí que no lo hiciera.
–Dios, perdón por joder. Estoy bien, en serio –le aseguro, aunque ciertamente no sea así. Siento como si un camión me hubiera pasado por encima.
Enzo me mira unos largos segundos, sin decir nada, hasta que finalmente termina con la distancia e ingresa al departamento, llevando una de sus manos a mi frente.
–No me parece que estés bien, estás volando de fiebre, Génesis –cierra la puerta detrás de él, obligandome a alejarme otra vez.
–No me voy a morir, en serio, no es necesario que te quedes y encima arriesgarte a contagiarte.
Hace caso omiso a mis palabras mientras rebusca algo en los bolsillos de su campera, hasta que lo encuentra.
–Tomate una ahora, te va a bajar la fiebre y el dolor de cuerpo –me extiende una caja de lo que reconozco como paracetamol y espera hasta que la agarre para entrar a la cocina, volviendo un minuto después con un vaso con agua.
