Capítulo 3

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C A P I T U L O
T R E S


MARGOT HOWELL

Estaba de brazos cruzados mientras discutía con Thomas, uno de mis amigos desde antes de entrar a la universidad. No era una discusión en serio, de hecho, era divertida.

—¿No me vas a ayudar? —hizo un puchero y parpadeó rápidamente.

—¿Cómo voy a mentirle a tu madre diciéndole que te quedarás en mi casa todo el día? ¿Y si va a buscarte como la otra vez? — cuestioné fingiendo estar molesta.

—Oh vamos, no lo hará. Y sólo en caso de que lo hiciera, llámame.

—No lo sé, Thom.

—¿Lo harías por una scooby galleta? — preguntó en un tono divertido. Yo alcé una ceja manteniendo mi expresión de seriedad—. Bien. Cinco días, todo lo que quieras de la cafetería— encogió sus hombros y luego los dejó caer.

—Mm, sí que sabes cómo persuadir a las personas — mi expresión de seriedad se convirtió en una sonrisa en tres segundos.

Estaba nerviosa por hacer algo como esto, no me gustaba mentir. Además, estaba ochenta por ciento segura de que lo echaría a perder, era pésima mintiendo. Pero debería intentarlo por cinco días de comida gratis de la cafetería. Una oportunidad como esta no se desperdicia.

Mi amigo se fue con una sonrisa en el rostro mientas yo caminaba hacia la parada del autobús. Empezaba a hacer un poco de frío, pues habían anunciado lluvias para el día de hoy. El viento chocaba contra mi rostro y mi nariz se sentía helada, la tela de mi delgado suéter no ayudaba mucho e intenté obligar a mis piernas moverse más rápido.

Me golpeé mentalmente por no haber traído mi paraguas. Si Adele no hubiera tenido que acompañar a su madre a la clínica, probablemente podría haberme llevado a casa, su mamá tenía una camioneta. Pero las cosas no ocurrieron así, por lo que sólo me quedaba esperar a que el autobús llegara sin tardar tanto, estaba segura de que mi mamá se enojaría conmigo por haber olvidado el paraguas. Y como si el universo estuviera en mi contra, un resplandor en las nubes acompañado de un fuerte trueno anunció que en tres segundos comenzaría una fuerte lluvia. Levanté mi mochila sobre mi cabeza, como si eso fuese a ayudarme en algo. Aunque sí, estaba decidiendo sacrificar mis libros para que se empaparan primero que yo. Una risa ronca detrás de mi se hizo presente y de pronto fui resguardada bajo el paraguas de cierto castaño reservado.

—Ay, Howell. ¿Acaso no escuchaste que hoy anunciaron fuertes lluvias? — negó con la cabeza mientras me seguía mirando con esa expresión que no reflejaba ninguna emoción.

—Lo hice, pero olvidé mi paraguas. Gracias —agradecí con timidez.

En ese momento visualicé a lo lejos que el autobús que me llevaría a casa estaba acercándose.

—Bueno, casi debo irme, gracias Brad — colgué mi mochila sobre mi hombro.

—El autobús no te dejará en la puerta de tu casa —mencionó en un tono burlón —, llévatelo— extendió su brazo casi obligándome a sostener el hierro del paraguas. Por inercia, lo tomé, aunque no estaba segura de que era correcto.

—Es tuyo, lo necesitas, ¿no? — cuestioné. En ese momento el autobús se detuvo frente a mí y abrió sus puertas.

—Meh, no importa — mencionó. Se dio la vuelta y se alejó, poniéndose la gorra de su sudadera negra. Yo subí al autobús y lo observé marcharse casi corriendo bajo la lluvia.

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