Capítulo 8

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C A P I T U L O

O C H O




BRAD SIMMONS


Hay momentos en la vida en que las cosas se vuelven difíciles.

Hay momentos en que las cosas se vuelven realmente catastróficas.

Y hay momentos en que simplemente todo da un giro y las cosas no vuelven a ser como antes.

Pero claro, sólo somos jóvenes, ¿Qué problemas podríamos tener?

Y en caso de que no se notara, eso fue sarcasmo.

Lamentable. Infausto. Oscuro. Con todos hablando a tu alrededor, pero sin saber lo que dicen. Quizá así podría describir los últimos cinco años de mi vida.

Desde hace tiempo todo se tornó gris. Tabaco y marihuana que conseguía gracias a Frank eran mi única salida de esta estúpida realidad. Casi nunca bebía alcohol y muy pocas veces inhale del polvo blanco.

Es una lástima saber que el mundo nunca se pone en tu lugar, ellos piensan que te estas estropeando sin siquiera intentar entender el motivo. Algunos piensan que es una tendencia, otros piensan que eres idiota por hacerlo. Te llaman inútil, raro, despreciable, agresivo y la lista de adjetivos podría ser tan larga que me tomaría mucho terminarla.

Ellos dicen que, si consumes drogas, todo el tiempo estarás de mal humor, que estas desperdiciando tu vida, que eres un cobarde quizá, ellos dicen muchas cosas, pero ¿realmente lo entienden? No.

Siempre fue demasiado fácil mirar y juzgar, que acercarse y ayudar. Juzgaban lo estropeada que estaba tu vida, sin darse cuenta de que, por personas como ellas, el mundo está mucho más jodido. Hablaban como si su pasado fuese perfecto, como si su presente fuera impecable y como si su futuro estuviera asegurado.

¿Lo que no sabían? No tenemos nunca nada asegurado más que el hecho de que un día dejaremos este planeta. Lo eterno no es real, por más duro que pueda sonar.

Algunos estudiantes del instituto sabían sobre mi relación con las drogas, pero siempre se quedaban callados. Otros incluso le compraban al mismo dealer  que yo. Y estaba bien, los profesores no lo sabían, aunque me daba absolutamente igual si lo supieran, mamá probablemente no tendría el tiempo suficiente como para preocuparse mucho por eso.

Me gustaba salir por las noches y simplemente estar un momento solo, sin nadie que me estuviese recordando lo desordenada que estaba mi vida, que me dijera que el cigarro terminaría por matar mis pulmones, que me dijeran que mis decisiones eran malas. No necesitaba escuchar nada de eso. Cuando sólo éramos la soledad y yo, era como si noexistiera nadie más. Era mi propio mundo.

Pero esa noche, Chris estuvo pidiendo que lo llevara a la fiesta de un tal Marcus, y no podía negarme, era la única persona que prefería apoyarme en vez de juzgarme.

—Si vomitas cuando estés perdido, te encerraré en el auto hasta que despiertes y lo limpies tú mismo — mascullé dado una profunda calada.

—¿Eso es un sí? — su expresión no reflejaba demasiada sorpresa, probablemente porque sabía que al final accedería.

—Ajá. Supongo.

Al anochecer, Chris y yo subimos a mi auto y él me fue indicando el camino que debía seguir. No estaba tan lejos de hecho.

Pero cuando llegamos, me di cuenta de que esa dichosa fiesta, realmente estaba fuera de control. O quizá estaba bien, pero no para mí.

Chris entró primero, decidí mantenerme afuera un rato. El frío viento daba una sensación de tranquilidad, lo que me hacía dudar demasiado si realmente debería entrar, si de una cosa estaba seguro, era de que Chris podía sobrevivir por si solo dentro de ese desorden.

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