Capítulo 22

155 44 92
                                    










C A P I T U L O

V E I N T I D Ó S








MARGOT HOWELL





Es impresionante como las cosas pueden dar un completo giro de un momento a otro. Simplemente sucede: un día todo es de colores pasteles, pero minutos después se tiñe en matices fríos.

Las cosas estaban muy mal.

Habían pasado tres días desde el cumpleaños de Brad, lo que significaba, era viernes: su fiesta de cumpleaños.

Me había encargado de organizar todo junto con Jess, Chris y Brad. Invitamos a pocas personas, mi novio insistió en que no fueran más de quince. Chris se encargo de limpiar la casa junto a Jess, Brad y yo compraríamos pizzas y algunas bebidas, Jess mencionó que podríamos utilizar algunas luces de colores que tenía en casa. Todo pintaba a que sería perfecto y mágico, justo como Brad lo merecía.

El detalle, era que, estaba de luto.

Mi abuelo falleció. Había sufrido un paro cardíaco y un día simplemente no volvió a despertar.

Me enteré porque una de mis tías me llamó diciéndome cuanto lo sentía. Al parecer ella no sabía que, en ese instante, yo aun no estaba enterada.

Primero, pensé que era una broma o un malentendido, pero estaba más que claro que era verdad. Supongo que de alguna manera lo sabía. Sabía que eso tendría que pasar, sabía que él se iría pronto, pero nunca estuve totalmente preparada.

La noche que me enteré, me encerré a llorar. Mi mamá me abrazó y se quedó horas conmigo, me preparó galletas y se acurrucó a mi lado, acariciando mi cabello hasta que me quedé dormida. Mi papá intentaba evitar el tema.

Decidimos no decirle nada a Lucas por el momento, mis padres me pidieron no llorar frente a él para no levantar sospechas, aunque en algún momento se enteraría, decidimos que eso se pospusiera. Una de las hermanas de mi mamá se ofreció a venir a casa y a quedarse con mi hermano menor mientras nosotros nos íbamos.

El funeral se llevó a cabo hasta el mediodía, antes de irme, le dejé un mensaje a Brad para darle la noticia, disculparme por no poder estar presente en su festejo de cumpleaños y le deseé un hermoso día. Por otro lado, Alyssa también se enteró porque se lo dije. Me había dejado muchos mensajes diciéndome lo mucho que lo sentía y que no intentara retener las ganas de llorar, que lo hiciera porque lo necesitaba y que, a pesar de la distancia, ella estaría al tanto de todo.

Solo podía ver la foto de mi abuelo junto a su ataúd cerrado. Lo habían mantenido abierto durante casi toda la ceremonia. No me atrevía a verlo, pero quería hacerlo. Sentía que, si no lo hacía, terminaría por arrepentirme. Mi mamá me acompañó, pero sólo pude mantenerme unos segundos frente a él antes de darme la vuelta y regresar a mi silla.

Algunos parientes lejanos que hacía años que no veían a mi abuelo y que lo conocían muy poco, se acercaban a darme unas palmaditas en la espalda, diciendo lo mucho que lo sentían y lo buena persona que él era. Aunque tenían razón respecto a él, no me mostré dolida con ellos porque no iban a entenderlo, así como yo no entendía lo que hacían aquí.

Mi papá, como su hijo, se mostró fuerte y no lloró. Era una persona de ese tipo de carácter. Mi abuela estaba destrozada, lloraba tan fuerte que me hacía quedarme paralizada. Mis abuelos siempre fueron la clase de pareja que se adoraban al punto de esparcir toda esa ternura a quien fuera que los rodeara.

No podía ni imaginar su dolor.

Cuando volvimos a casa, me encerré en mi habitación. No quería salir por un rato, de hecho, quería estar sola. La mayoría de mis familiares me habían estado diciendo que mi abuelo estaba muy mal de salud, que posiblemente yo ya debí haber sabido que pronto moriría. Pero supongo que no.

SATURNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora