Capítulo 19

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C A P I T U L O

D I E C I N U E V E





BRAD SIMMONS



Era viernes por la mañana y me encontraba frente a la puerta abierta del refrigerador, con mi brazo apoyado en ella, buscando con mis ojos un envase de mermelada para untar en mi pan tostado. Walter acababa de regresar de dejar a mi madre al trabajo, él regresaba para desayunar y luego, volvía a irse. Posiblemente eso era lo único que me agradabapor completo de él: su ausencia.

Puse los ojos en blanco cuando lo escuché hablar.

—Buenos días, Brad — saludó.

—Eh...hola, Walter — respondí sin ganas. La única razón por la que siempre intentaba no empezar una discusión con él era mi madre. Y no por miedo a ella, sino porque mamá ya había tenido suficiente con mis malas decisiones y mi talento de arruinar las cosas, que no merecía recibir más preocupaciones por mi culpa.

Volqué los ojos al escuchar sus pasos que subían las escaleras, realmente me había costado trabajo responderle, era odioso.

Finalmente estaba terminando de armar mi desayuno, me recargué en la encimera y di una mordida a mi pan tostado con la mejor mermelada del mundo: fresa. No me gustaba ninguna otra que no fuera de fresa, ¿quién carajos inventó la mermelada de zarzamora, piña, o cualquier otra fruta que no fuera la fresa?

Meh, daba igual. Para mí, la mermelada de fresa era la mejor y siempre lo sería.

—¡Brad! — escuché la ronca voz del hombre que se encontraba en el segundo piso. Sonaba molesto y eso significaba que estaba en problemas. Y que él también estaba por provocarme.

—¿Qué?

—¿Qué mierda es esto? — bajó rápidamente y en sus manos sostenía uno de mis rollos blancos.

Carajo.

—¿Qué parece? — alcé una ceja.

—Conmigo no te hagas el gracioso. ¡¿Te parece divertido?! —gritó molesto.

—No. De hecho, me parece desconsiderado que hayas entrado a mi habitación — intenté no levantar la voz.

—No debes estar fumando aquí. ¡No seas idiota, Brad! ¿De verdad quieres hacerlo? ¡Deja de drogarte como un puto perdedor! ¡Y si vas a hacerlo, asegúrate de irte de aquí!

—No voy a dejar a mi mamá contigo — escupí mis palabras mirándolo fijamente a los ojos.

—No metas a Anna en esto— me empujó, haciéndome retroceder

—¡Ni siquiera eres de la familia! ¡No lo eres, Walter! ¡Deja de pensar que eres mi padre! ¡Sólo eres un imbécil que se metió a mi casa, con mi madre, a una familia que jamás será tuya! — exclamé molesto.

—¡Deja de comportarte como un inmaduro! ¡Eres un drogadicto, Brad! ¡¿Entiendes eso?! ¡Eso es una vergüenza!

—Cállate, ¡cállate! ¡Ni siquiera eres mi padre! ¡No tienes derecho a juzgarme si no tienes ni puta idea de lo que pasa! — di un paso adelante y le grité en la cara. No lo empujé, aunque quería hacerlo. Pero de algún modo, encontré la fuerza para evitarlo.

—¡Estoy harto de tus faltas de respeto! — hizo silencio unos segundos, recuperando su respiración, pasando la mano por su barbilla para decir sus siguientes palabras —. Yo no lo soy, es verdad. Pero estoy seguro de que tu padre estaría avergonzado y decepcionado de ver el perdedor en el que te convertiste.

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