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La única razón por la que había escogido la clase de adivinación, fue porque Madeleine estaba muy interesada, pero no quería asistir sola, así que me había pedido que la acompañara. En el aula hacía mucho calor y el perfume que la profesora Trelawney le ponía a la chimenea, solo ayudaba a que me diera más sueño del que ya tenía.

—Vamos a ver cómo el movimiento de los astros influye en el destino de las personas —dijo, con ese tono que usaba para añadir misterio a las cosas que decía, y paseándose alrededor de las mesas. Se detuvo frente a mí y me miró con atención—. Por ejemplo tú, querida... mi ojo interior puede ver que debiste nacer a inicios de la primavera, ¿no es así?

—Nací en abril —respondí, preguntándome qué predicción para nada acertada iría a hacer.

Ella me miró con una horrible mezcla entre preocupación y lástima.

—Desde que te vi lo presentí —dijo, muy dramáticamente—, tu destino es un amor trágico, posiblemente doloroso... algo complicado, tal vez...

Fingí sorpresa, porque yo nunca había creído nada de lo que ella dijera. Desde la primera vez que la había visto, sabía que era una farsante, y que no tenía ese ojo interior del que tanto hablaba. Cuando se alejó, Madeleine se acercó para hablarme al oído.

—¿Cuándo crees que va a llegar ese amor trágico? —comentó con diversión.

—Lo estoy esperando con ansias —dije, sarcásticamente y sonreí.

Cuando la clase por fin terminó, sentí un alivio inmenso. Afuera del aula no hacía calor y el clima era agradable. Mi prima y yo nos íbamos acercando al gran comedor, cuando se detuvo de repente. Iba a preguntarle qué ocurría, pero reparé en la presencia de Cedric Diggory, a unos cuantos metros de distancia.

—¿Me veo bien? —preguntó Madeleine, arreglándose el cabello con las manos.

—Sí, perfectamente —le respondí.

Ella asintió y se fue casi corriendo hacia donde estaba Cedric. Le había gustado desde primer año, pero él no le prestaba mucha atención.

—Emily —escuché la voz de Oliver Wood, detrás de mí. Él era el capitán del equipo de quidditch de Gryffindor, y yo jugaba ahí como cazadora desde que estaba en segundo año. Lo consideraba un buen amigo, así que giré para mirarlo y sonreí.

—Hola, Oliver —saludé.

Iba a decirme algo, pero en ese momento aparecieron dos pelirrojos que también estaban en el equipo de quidditch: Fred y George Weasley.

—Hola, Oliver y Emily —saludaron.

—Ya que estamos casi todos, les voy a contar algo importante —dijo Oliver, con creciente emoción, los demás lo miramos, expectantes—: tenemos un nuevo buscador.

Intercambiamos miradas emocionadas y sonreímos.

—¿Quién es? —pregunté.

—Harry Potter —me respondió—, está en primero, pero McGonagall dice que tiene mucho talento.

—Nosotros lo conocemos —intervino George.

—Es amigo de nuestro hermano —completó Fred.

—Espero que sea realmente bueno —dije—, este año sí tenemos que ganar.

—Se suponía que el que decía esas cosas era Oliver —dijo Fred.

—Él no es el único que quiere ganar —me encogí de hombros—. En especial contra Slytherin.

Al mencionar a Slytherin, los gemelos se mostraron mucho más de acuerdo y asintieron enérgicamente. Eso me hizo pensar en Riddle, que siempre se burlaba de mí cuando perdíamos un partido. Por suerte no jugaba quidditch, o sería algo más en lo que competir con él. Como si lo hubiera invocado, apareció en el pasillo, rodeado como siempre por sus compañeros de casa.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora