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Hasta ese momento de mi vida, ese había sido el verano más feliz que recordaba. Mi padre iba todos los fines de semana a verme, pasábamos largas horas hablando, jugando ajedrez mágico, escuchando partidos de quidditch y pasando mucho tiempo juntos. Lamentaba profundamente que hubiera pasado toda mi vida lejos de él, pues había podido ver que era una buena persona. Casi había llegado la hora de regresar a Hogwarts, y estábamos cenando en el comedor, en medio de una agradable conversación, cuando llegaron dos búhos del colegio. Abrí la carta y de ella salió una pequeña y brillante insignia. Me habían nombrado prefecta. Mis tíos intercambiaron una mirada emocionada y mi padre sonrió.

—Felicidades, Emily —dijo mi tío Remigius—, aunque estaba más que claro que esto pasaría.

—Es verdad —confirmó mi tía Clarissa—, siempre has sido una excelente estudiante.

—Creo que todos estamos muy orgullosos de ti —dijo mi padre.

Yo también estaba orgullosa de mí misma, aunque ser prefecta era una responsabilidad más, me alegraba que me hubieran elegido para eso. Todos a mi alrededor parecían muy felices, a excepción de Madeleine, que tenía la vista fija en la mesa y expresión de pocos amigos.

—Remigius y yo fuimos prefectos —comentó mi tía Clarissa, mientras se servía un poco más de postre.

—Yo creo que a mí ni siquiera consideraron nombrarme —dijo mi padre.

—Nosotros solo aprovechamos eso para andar por todo el castillo solos en la noche sin que nadie nos dijera nada —dijo mi tío Remigius, con diversión—, ahí fue cuando empezamos a salir.

Mis tíos comenzaron a hablar sobre los inicios de su relación, mientras tanto, yo observaba ocasionalmente a mi prima, que seguía sin levantar la vista de la mesa y comía distraídamente. Después de que mi tía envió los platos volando hacia la cocina, mi tío hizo aparecer algunas copas y una botella de whisky de fuego.

—Vamos a brindar por Emily —dijo—, es un gran orgullo que hagas parte de nuestra familia.

En ese momento, Madeleine salió de su ensimismamiento y se levantó de repente.

—Creo que ya quedó más que claro que se sienten muy orgullosos de ella —dijo, en tono resentido—. Felicidades, prima, porque siempre tienes que ser mejor que yo. Por tu culpa siempre quedo como una estúpida y una inútil.

Dicho eso, salió corriendo del comedor. Mis tíos intercambiaron una mirada confusa y mi padre se acercó para rodearme los hombros con el brazo. Aunque no dije nada, ni pensaba decirlo, sus palabras me dolieron, pues yo nunca había intentado ser mejor que ella, ni quería hacerla quedar mal. Simplemente, me limitaba a hacer las cosas de la mejor manera que me era posible, pero no la veía a ella como una competencia o alguien a quién superar. No era como con Riddle... al pensar en él, me sorprendió la claridad con la que recordaba su rostro, casi llegaba la hora de verlo de nuevo. Sacudí un poco la cabeza para apartar la imagen y no distraerme, además, no quería si quiera pensar en que quería volver a verlo. Tenía que ir a hablar con mi prima y arreglar las cosas, no quería que ella me odiara.

—No le prestes atención —dijo mi tía Clarissa, con voz afable.

—Madeleine me va a oír —dijo mi tío Remigius, con disgusto. Bebió de un solo trago el contenido de la copa e hizo ademán de salir del comedor, pero mi tía lo tomó del brazo.

—Mañana, cuando ambos estén más calmados, hablarás con ella.

—Pero Clarissa... ¿Acaso no te parece que esa actitud no es la adecuada? A veces parece que siente envidia de Emily, y eso no debe ser así. Madeleine no se esfuerza lo suficiente, y no puede reprocharle nada a Emily que sí se esfuerza.

—Es verdad, pero creo que es mejor que no hables con ella ahora.

—¿Yo sí puedo hablar con ella? —pregunté, mirándola.

—Sí —respondió.

Asentí y me fui a buscar a mi prima. Llegué a la puerta de su habitación y pensé en lo que le diría, antes de llamar a la puerta.

—Made —le dije—, necesito hablar contigo.

Pasó un rato antes de que respondiera.

—¡Tú y yo no tenemos nada de qué hablar! —su tono de voz me hizo saber que estaba llorando.

—Claro que sí, por favor escúchame.

No dijo nada, así que pensé en irme, pero no podía dejar así esa situación, por lo que decidí abrir la puerta muy despacio. Estaba acostada en la cama, sollozando contra la almohada. Cerré la puerta y me recosté en ella.

—Made... yo nunca he tenido la intención de ser mejor que tú, ni quiero hacerte quedar mal.

Ella se levantó despacio y se apartó el cabello de la cara. Me miraba como si me odiara y eso era algo que no podía soportar. Mi prima era una de las personas más importantes de mi vida, siempre habíamos estado juntas, no había ninguna razón para que me odiara.

—Qué importa que no haya sido tu intención —replicó, con frialdad—. Lo que importa es que siempre ganas.

—Para mí esto nunca ha sido una competencia, Madeleine. No podría competir contigo porque es como si fueras mi hermana. No quiero que me odies por algo tan tonto como esto.

—Para ti es tonto porque estás acostumbrada a que todos se sientan orgullosos de ti. Cómo quisiera ser mejor que tú en al menos una cosa.

—Hay muchas cosas en las que eres mejor que yo.

—¿En qué?, ¿en el quidditch?, ¿preparando pociones? Nombra una sola cosa.

—No sé si cuenta, pero tú misma lo has dicho muchas veces: no soy tan bonita, los chicos no se interesan en mí, mientras que a ti casi todos te encuentran atractiva y te invitan a salir.

Ella pareció un poco menos molesta, se relajó visiblemente y se acomodó mejor sobre la cama. Esbozó una pequeña sonrisa y se puso el cabello sobre el hombro izquierdo. Había dado en el clavo, a mi prima le gustaba demasiado que los chicos la admiraran. Subirle un poco el ego acabaría con el disgusto que tenía.

—Puede ser —murmuró, con la vista fija en un cojín que había sobre la cama. Pasó un buen rato en silencio, cuando volvió a mirarme, pude notar que ya se había calmado—. Lo siento. Es verdad que si te nombraron prefecta es por lo mucho que te esfuerzas. Dedicas mucho tiempo a estudiar y eso es algo que yo nunca he estado dispuesta a hacer. No debí decirte lo que te dije.

—Está bien, no tiene caso diagustarnos por esto.

Ella asintió y se levantó para darme un abrazo. Sentía que me había quitado un peso de encima al arreglar las cosas con ella. Esperaba que no volviéramos a tener un disgusto de ese tipo porque me parecía algo completamente tonto.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Where stories live. Discover now