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Todo lo que quería hacer era evitar a mi prima, así que trataba de no estar en donde ella estuviera. El problema era que en clases no podía hacer nada por no verla y tenía que soportar la cara de arrepentimiento que ponía y que intentara hablarme.

Terminada la clase de historia de la magia, salí casi corriendo, pues tenía entrenamiento de quidditch y no quería darle ninguna oportunidad a Madeleine para que me dijera nada. Iba llegando a la torre de Gryffindor, cuando ella llegó corriendo y se detuvo frente a mí, en mitad del pasillo, bloqueándome el paso.

—Necesito que me escuches, Emily —dijo.

La miré con impaciencia.

—Tengo que ir a entrenar, Madeleine —le dije.

—Solo va a ser un momento, por favor... yo solo quería decir que lo siento. De nuevo, no debí haberte dicho todas esas cosas.

—No puedes retirar las palabras que dijiste.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Yo sé que no, pero puedo decirte que lo dije sin pensar.

Estaba dispuesta a ser sincera con ella y decirle todo eso que nunca me había atrevido.

—El problema aquí es que sabes que yo siempre te perdono, por eso me ofendes una y otra vez. Deberías comenzar a pensar antes de hablar, el hecho de que yo no te diga nada, no quiere decir que no me molesta lo que me dices.

Comenzó a llorar copiosamente y se cubrió el rostro con las manos.

—Tú eres mi única amiga, Emily, la única que me escucha, por favor perdóname.

No quería dejarme conmover por sus lágrimas, pero para mí era difícil, ella seguía siendo como una hermana. Lo que hice fue dejar que llorara un poco, antes de decirle algo.

—Bien —le dije—, voy a aceptar tus disculpas. Y después hablamos, tengo que irme a entrenar.

Ella no esperó ni un solo minuto para darme un fuerte abrazo y repetir una vez más la misma palabra: gracias. Cuando me soltó, fui rápidamente a mi habitación a sacar la escoba y cambiarme de ropa.

Hice mi mejor esfuerzo en el entrenamiento, pero me seguía costando prestarle atención al juego cuando no podía dejar de pensar en Riddle. No sabía qué hacer con mis recién descubiertos sentimientos hacia él y mi mente seguía siendo un completo caos.

Cuando terminamos me sentía más que cansada y hubiera querido irme a dormir, porque cuando dormía, dejaba de preocuparme por haberme atrevido a poner mis ojos en Riddle.

—Tengo que preguntarte algo, Emily —me dijo Oliver, cuando me dispuse a salir del campo de quidditch.

—Dime —le respondí, y juntos, comenzamos a caminar hacia el castillo.

—¿Qué es lo que te pasa? No estás jugando tan bien como siempre.

Sentía la necesidad de decirle a alguien lo que me estaba pasando y confiaba mucho en Oliver, así que respiré profundo y lo miré.

—Me está pasando algo terrible —le dije.

—¿Qué? —preguntó intrigado.

Hice una pausa y traté de resumir el problema lo mejor que pude.

—Me gusta Riddle —confesé.

Él pareció confundido y frunció el ceño.

—¿No se suponía que lo odiabas? —preguntó.

—Ojalá mi corazón estuviera tan lleno de odio que no tuviera cabida para este amor.

—¿Exactamente por qué te parece algo terrible que te guste?

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora