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Estábamos a punto de comenzar nuestro último año en Hogwarts y yo sentía una enorme nostalgia por tener que dejar pronto ese lugar que era tan especial para mí. Tom había sido elegido como premio anual, y estaba muy orgulloso de sí mismo por ese logro.

Tal como había dicho, mi padre le contaba cada cosa que sucediera en el ministerio, y le había hablado del torneo de los tres magos, que se realizaría en Hogwarts ese año. Desde que lo había escuchado, a Tom se le había metido en la cabeza la idea de participar.

—Sé que si participo, ganaré —decía—, así todos podrán comprobar cómo son en realidad mis habilidades mágicas, y estarán más seguros de seguirme.

Yo sabía que tenía razón, pero no podía dejar de preocuparme un poco, aunque supiera que él no era un mago común y corriente, y que era improbable que le pasara algo, cualquier cosa, durante el torneo. Sin embargo, había dicho que estaría con él en todo, y lo apoyaba en su idea, aunque como ya sabíamos, el cáliz de fuego tenía la última palabra.

Al llegar a Hogwarts, Dumbledore explicó todo lo relacionado con el torneo y los invitados de Durmstrang y Beauxbatons. Lo único que no me gustaba de todo eso, era que no habría quidditch.

Los estudiantes de los dos colegios de magia, llegaron el treinta y uno de octubre, y en seguida, los interesados en participar, pusieron sus nombres en el cáliz de fuego. Yo también puse el mío, aunque estaba casi segura de que no me elegiría.

—Deberías poner nuestros nombres junto al tuyo —me dijo Fred, que estaba demasiado interesado en participar, pero todavía no era mayor de edad.

—¿Estás seguro de que eso funcionará? —pregunté.

—¿Por qué no iba a funcionar? —preguntó George—, tú ya eres mayor de edad.

Al final accedí, y puse los nombres sin ningún problema. Ellos parecían casi seguros de que alguno de los dos saldría elegido.

El último año era realmente difícil, pues teníamos que prepararnos para los EXTASIS, esa era la razón por la que Tom y yo estudiábamos juntos en los ratos libres y los fines de semana. Yo tenía mucho que aprender de él, por ejemplo, sus amplios conocimientos sobre artes oscuras. Era necesario que yo aprendiera todo eso, pues más tarde lo iba a necesitar.

La noche en que se elegiría a los campeones, todos los estudiantes estaban muy ansiosos y hacían conjeturas sobre quién sería el campeón de Hogwarts. El primer nombre en salir fue el del campeón de Durmstrang, un tal Viktor Krum, que era jugador de quidditch. La campeona de Beauxbatons era una chica, Fleur Delacour. Y por último, supimos quién sería el campeón de Hogwarts:

—Tom Riddle —anunció Dumbledore.

Al escuchar su nombre, Tom sonrió con suficiencia, se había salido con la suya. Se levantó de la mesa de Slytherin, y se fue junto a los demás campeones. Mientras estuvieron ausentes, no se habló de más que del torneo, pues nadie sabía en qué consistían las pruebas, a excepción de Tom y de mí, que estábamos informados hasta de los más mínimos detalles relativos a ese acontecimiento.

Esperé largo rato para poder hablar con Tom. Parecía muy emocionado, pues la sonrisa no desaparecía de su bello rostro. Cuando ya estuvimos muy aparte del resto de los estudiantes, me tomó de la cintura y me dio un largo y cálido beso.

—Llegó la hora de que todos vean lo poderoso que soy —dijo.

Le sonreí y puse mi mano sobre su hombro.

—Yo solo estoy viendo lo egocéntrico que eres —le dije.

Me miró, alzando las cejas.

—Y yo que creía que ya habías aceptado eso.

—Claro que sí, yo te quiero a pesar de que tú solo te quieras a ti mismo.

Se acercó un poco más para hablarme y me miró a los ojos.

—Ahora no solo me quiero a mí mismo, también a ti.

Sus palabras me hicieron sonreír, con auténtica alegría, después me acerqué de nuevo para darle otro beso. Muchas personas podían quererme, pero era mucho más especial que él me quisiera.

Estuvimos juntos hasta que se hizo tarde y cada uno regresó a su dormitorio. Casi iba llegando a la sala común de Gryffindor, cuando me encontré con el profesor Slughorn, que charlaba con Dumbledore mientras caminaban por un pasillo.

—Señorita Parkbey —dijeron a modo de saludo.

—Buenas noches —saludé.

Iba a irme antes de que me dijeran algo por estar por ahí a esas horas de la noche, aunque era poco probable porque los prefectos podían caminar por el castillo sin problema, pero inesperadamente, apareció la profesora Trelawney. Yo no había visto clases de adivinación desde quinto año, y pocas veces se veía a la profesora caminar por el colegio, lo que me hizo preguntarme qué estaba haciendo ahí. Slughorn y Dumbledore parecían estar preguntándose lo mismo que yo, e incluso pensé que le dirían algo. Pero ella pareció entrar en una especie de trance y habló con una voz muy impropia de ella.

—Un terrible y poderoso mago oscuro se levantará, y hará que hasta los más valientes tiemblen con la simple mención de su nombre. Nacido en el día más frío del invierno, sólo ha podido ser amado por una persona en todo el mundo. El único con poder para derrotarlo es también de sangre mestiza, vino al mundo el último día del mes de julio, y es el hijo de una bruja nacida de muggles y nombrada como una flor, y de el último mago de sangre pura de una antigua familia.

¿Era aquello una profecía? Porque yo de repente le encontré sentido y supe a quién se refería, al menos la mitad. Sabía muy bien quién era un mago oscuro en ascenso, pero no sabía quién podía ser el único con poder para derrotarlo. Miré a los profesores, que intercambiaron una mirada de desconcierto. La profecía podía cumplirse o no, pero yo tenía que averiguar muy bien quién era el otro mago involucrado en ella.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora