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Como se acercaba el primer partido de quidditch contra Slytherin, Oliver insistía en entrenar lo más que pudiéramos, y eso incluía los fines de semana. Era sábado y había quedado en verme con Tom, así que cuando por fin Oliver nos dejó ir, me fui corriendo a bañarme y cambiarme de ropa.

Tom estaba a la orilla del lago, leyendo un libro. Estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que llegué y me senté junto a él, hasta que puse mi mano sobre su hombro.

—Hola —le dije, y él levantó la vista del libro.

—Hola —me respondió, y se acercó para besarme.

—¿Qué lees? —pregunté.

Cerró el libro y me mostró la portada. Era un libro sobre artes oscuras. Ya me había dado cuenta de que le interesaban. Yo sabía algo de ellas porque mi tío era todo un experto, como pasaba con casi todos los miembros de las familia de sangre pura. Él también tenía en el estudio de la casa una gran cantidad de libros de esos.

—Es muy interesante —comentó Tom, y yo me fijé en que ya iba por la mitad— ¿Cómo te fue en el entrenamiento?

Resoplé, sintiéndome de nuevo cansada.

—Oliver está insoportable con eso de que tenemos que ganar —respondí.

—Es todo un fanático.

—Todos lo dicen, pero a él no le importa en absoluto.

En ese momento, apareció una chica de Hufflepuff.

—¿Tú eres Emily Parkbey? —me preguntó.

Asentí.

—Sí.

—El director me envió a buscarte, dice que vayas a la enfermería.

Tom y yo intercambiamos una mirada confusa y él se encogió de hombros. ¿Para qué querría Dumbledore que fuera a la enfermería?

—Bien, ya voy —dije.

La chica se fue, no sin antes dirigirle una mirada de admiración a Tom. Él se levantó de un salto y me dio la mano para ayudarme a levantarme.

Dumbledore estaba en la enfermería, junto a Madeleine, que estaba acostada en una cama, aparentemente inconsciente. De inmediato me pregunté qué le habría sucedido y muy en el fondo, me preocupé un poco.

—Señorita Parkbey —dijo el director, a modo de saludo.

—Profesor Dumbledore —le dije—. ¿Qué ocurrió?

Se quedó mirando a mi prima un momento, antes de responderme.

—Se desmayó de repente —respondió, con su habitual tono tranquilo—, también le estaba sangrando mucho la nariz hace un rato.

Miré a mi prima con el ceño fruncido. No sabía si preocuparme por eso o no. Podía ser que estuviera fingiendo, en sus desesperados intentos por llamar la atención, pero también podía ser que le pasara algo serio.

—¿No saben qué pueda ser? —pregunté, sin dejar de mirarla. Se veía bastante pálida, pero aún así no me convencía del todo.

—No. Podrían ser síntomas de alguna enfermedad, o un simple malestar pasajero.

Me parecía que hablar de alguna enfermedad, ya era demasiado. Estaba casi segura de que si en verdad tenía algo, no era nada grave.

—¿Lleva mucho tiempo aquí?

—No, hace poco que la trajeron.

Asentí y seguí tratando de encontrarle alguna explicación a lo que le había pasado.

—Nos vemos luego, señorita Parkbey —se despidió el director, y salió de la enfermería.

No sabía si quedarme, o simplemente salir de ahí y dejarla sola. De repente, ella despertó, y miró a su alrededor, confundida.

—¿Qué hago aquí? —preguntó. Por primera vez en meses, me hablaba sin ningún tipo de agresividad.

—Te desmayaste y te trajeron aquí —le respondí.

Parecía que en realidad se encontraba mal, pero una parte de mí seguía pensando que no era más que actuación. Me debatía entre preguntarle si estaba bien, o mejor irme. Era un poco lamentable que tuviéramos tan mala relación, pues seguíamos siendo familia, pero a veces no se podía arreglar una amistad que se ha roto.

—¿Y qué haces tú aquí? —preguntó, después de un rato de silencio.

—Dumbledore me llamó para decirme lo que te había pasado.

Ella solo asintió y volvió a quedarse callada. El silencio era bastante incómodo, por lo que pensé en despedirme e irme. La verdad era que ya no me sentía nada cómoda en su presencia. No teníamos nada que decirnos y lo mejor era tomar distancia.

—¿Te sientes bien? —le pregunté, en parte por cortesía, y en parte porque en verdad quería saberlo.

—Solo me duele un poco la cabeza —respondió.

La señora Pomfrey apareció con una poción y se acercó para dársela, pero antes de que llegara a su lado, comenzó a sangrarle la nariz. Me asusté un poco al verla, pues eso hacía parecer que realmente le pasaba algo y en verdad no estaba fingiendo. Después de unos pocos instantes, el sangrado se detuvo y yo pensé en que tal vez tendría que contarle a mis tíos lo que había sucedido. Madeleine se tomó la poción muy despacio y poniendo una expresión de desagrado.

—¿Y me puedo ir? —preguntó cuando terminó.

—Todavía no —le respondió la señora Pomfrey, y se retiró.

—¿Quieres que me quede? —pregunté, con incomodidad.

Ella pareció pensarlo unos momentos.

—Creo que las dos estaríamos más cómodas si te vas —respondió—, pero gracias por haber venido.

Asentí.

—Está bien. Que te mejores.

Ella asintió también y yo me dispuse a salir. Tom me esperaba afuera, e iba llegando a la puerta cuando...

—¡Obliviate!

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Where stories live. Discover now