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Casi toda la ropa de Madeleine estaba sobre mi cama, se le hacía tarde para ir a la esperada fiesta de Cedric Diggory, pero no sé decidía sobre qué ponerse. Parecía algo desesperada, tomó un vestido de seda, rojo y con mucho escote en la espalda e hizo un gesto de asentimiento.

—Lo tengo —dijo.

Se lo puso rápidamente, le quedaba bastante bien. Mientras le recogía la mitad del cabello en una trenza y luego enrollaba la trenza en un moño, repasaba en mi mente los trabajos que tenía pendientes.

—¿Qué te vas a poner tú? —preguntó, cuando terminé el peinado.

Fruncí el ceño, pues no había hablado de que yo también pudiera ir a la fiesta.

—Yo... —murmuré.

Ella se puso en pie y me miró alzando una ceja.

—Tienes que venir también —dijo, rotundamente.

Iba a decirle algo más, pero fue corriendo hacia su baúl y sacó de ahí un vestido de terciopelo negro. No era en absoluto como lo que acostumbraba a ponerme, pero era bonito.

—Este te va a quedar perfecto —dijo, y me lo entregó.

Cuando me lo puse, me pareció que era muy corto, pues solo llegaba hasta la mitad de mis muslos. Dejaba los hombros al descubierto, así que pensé en ponerme algo encima, pero caí en cuenta de que lo arruinaría. No tenía nada de malo que por una sola vez, mostrara algo de piel. Me cepille el cabello hasta que quedó brillante, y lo dejé suelto sobre mis hombros. Permití que mi prima me pusiera un poco de brillo en los labios y me hiciera un delineado en los ojos. Al mirarme en el espejo, me sentí extrañamente segura de mí misma, por primera vez, completamente conforme con mi aspecto. Esa podía ser una gran noche.

Nunca había estado en la sala común de Hufflepuff, pero era bastante bonita y acogedora. Estaba llena de personas y en un rincón había una mesa con vasos llenos de distintos tipos de alcohol. Madeleine desapareció casi en seguida para ir a donde estaba Cedric, cerca de la chimenea, rodeado de sus amigos de siempre. Me sentí un poco incómoda porque no conocía a nadie de ahí, así que me acerqué a la mesa y tomé un vaso lleno de whisky de fuego. El primer sorbo me causó mucho ardor en la garganta, pero después pasó, y dejó lugar a una sensación agradable y reconfortante. Tomé un vaso tras otro, hasta que Fred y George aparecieron a mi lado.

—¿Qué hacen aquí? —pregunté al verlos y sonreí.

—Una fiesta no es fiesta sin nosotros —respondió Fred, y se encogió de hombros.

Cada uno tomó un vaso de whisky y lo bebieron despacio, mientras miraban a su alrededor. La música que sonaba a un volumen no muy alto, no era muy bailable, pronto la cambiaron y varias parejas comenzaron a bailar. Pronto, Fred y George se fueron a bailar con dos chicas que estaban sentadas en un sillón. Seguí bebiendo sin ningún problema, aunque comenzaba a aburrirme.

—Este es el último lugar donde pensaba encontrarte —dijo Riddle, detrás de mí.

Giré despacio para mirarlo y me di cuenta de que estaba a escasos pasos de distancia de mí. Me miró varias veces de arriba abajo, haciendo que me sintiera muy incómoda. Para disimular, terminé de un solo sorbo el contenido del vaso que sostenía en mi mano, y lo dejé sobre la mesa.

—De haber sabido que ibas a estar aquí, no hubiera venido —le dije, sin disimular mi aversión—. Tampoco pensaba encontrarte aquí.

Él compuso una sonrisa divertida.

—¿Por qué no iba a venir? —preguntó, mientras se acercaba un poco más y estiraba la mano para tomar un vaso de whisky.

Me encogí de hombros.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Where stories live. Discover now