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Pensaba que quinto año había sido complicado, pero como era de esperar, todo empeoró en sexto

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Pensaba que quinto año había sido complicado, pero como era de esperar, todo empeoró en sexto. Por primera vez, se me dificultaba preparar una poción, y estaba más que frustrada por eso. Era un filtro de muertos en vida, y a pesar de haber puesto todos los ingredientes como decía en las instrucciones, no lograba que tuviera el color que debía tener.

—Tienes que revolverla —me decía Tom en voz baja—, de izquierda a derecha, siete veces.

Caí en cuenta de que no había hecho eso, así que hice lo que me decía y en seguida, la poción tomó el color que debía tener. Miré a Tom y le di una sonrisa de agradecimiento, que él correspondió con otra sonrisa radiante. Él parecía no tener ningún problema con ninguna asignatura, lo que me hacía preguntarme de dónde habría sacado tanto talento para todo lo que a cualquier otro mago se le haría difícil. Eso solo me ayudaba a sentir todavía más admiración por él, y a que me gustara más. Como pasaba tanto tiempo observándolo, ya sabía que algunas veces, cuando estaba muy concentrado, se mordía el labio inferior ligeramente, o que cuando se sentía frustrado o impaciente, se pasaba las manos por el cabello hasta que se despeinaba. Cada pequeña cosa de él me parecía maravillosa e interesante y aunque me costara un poco admitirlo, me estaba enamorando de él, lenta, pero irreversiblemente.

A unas cuantas mesas de distancia, mi prima intentaba hacer la poción, con un resultado desastroso. Antes, yo siempre le daba instrucciones y le ayudaba, pero eso era algo que no pensaba volver a hacer nunca más. Cada día que pasaba, mi aversión hacia ella aumentaba, y trataba de no pasar mucho tiempo en donde ella estuviera. Debido a las notas que había sacado en las TIMO, no estábamos juntas en todas las materias, y eso era un alivio. Pero cuando nos cruzábamos en alguna parte por accidente, siempre trataba de demostrarme con miradas lo mucho que me odiaba. Antes me parecía impensable que me odiara, pero en esos momentos ya no me importaba en lo más mínimo lo que sintiera, o lo que pensara de mí.

Faltaba poco para que terminara la clase, y recordé que tenía que ir a entrenar después. Tomé una botella vacía y me dispuse a verter la poción ahí, para entregarla. Después recogí mis cosas y esperé para salir con Tom, después de que hubieran salido casi todos.

—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó, mientras salíamos del aula.

—Voy por mi escoba porque tengo que ir a entrenar —le respondí, y lo tomé de la mano.

Se acercó y me dio un suave beso.

—Que te vaya bien en tu entrenamiento.

Le sonreí y le di otro beso.

—Gracias.

Me fui rápidamente para la torre de Gryffindor y subí a mi habitación.

—¡Locomotor Mortis! —exclamó Madeleine en cuanto abrí la puerta.

Di un paso hacia un lado y el hechizo pasó de largo. Saqué mi varita del bolsillo y entré en la habitación.

—¡Desmaius! —exclamé, pero se agachó para esquivarlo.

—¡Densaugeo! —ese tampoco me dio.

—¡Petrificus totalus! —dije, y ese hechizo sí la alcanzó.

Cuando cayó pesadamente al suelo, me acerqué y me quedé mirándola con desprecio. Yo nunca había tenido tendencia a odiar a la gente, pero ella se estaba ganando a pulso mi odio.

—No puedo creer que pienses que puedes ganarme en un duelo —le dije, imbuida de una extraña sensación de poder.

Fui a buscar mi escoba y salí de ahí para ir al entrenamiento, con suerte, mi prima pasaría un largo rato sin poder moverse. En el fondo sentía culpa, pero era mucho más grande el odio que comenzaba a sentir por ella, finalmente, ella había comenzado, y yo ya no estaba dispuesta a tolerar sus actitudes estúpidas ni sus palabras hirientes.

Oliver se paseaba por los vestidores hablando y hablando sobre lo que teníamos que hacer para ganar la copa de quidditch, y haciendo énfasis en que no pensaba irse sin ganar una vez más, pues élya estaba en último año. Se había inventado una complicada estrategia, el único problema era que nadie le estaba prestando mucha atención. Cuando por fin consideró que había dicho todo lo que tenía que decir, salimos al campo y nos dispusimos a pasar las siguientes dos horas entrenando.

Cuando terminamos estaba exhausta, regresé a la torre de Gryffindor y tomé una larga ducha. Me encontré a Madeleine en las escaleras que conducían a los dormitorios, pero no le hice ningún caso y seguí mi camino.

En la mañana había recibido una caja llena de dulces que me había enviado mi tía, así que saqué una barra de chocolate para darle a Tom cuando lo viera. Como ya era la hora de la cena, bajé al gran comedor y me senté en la mesa junto a Angelina y los gemelos.

Terminada la cena, salí y me encontré con Tom.

—Te traje un chocolate —le dije, mientras le entregaba la barra.

—Gracias —me dijo, sonrió y la guardó en el bolsillo—. Espero que no le hayas puesto ningún filtro de amor.

—Claro que no. Esa sería una medida muy desesperada, no lo usaría ni aunque no me hicieras ningún caso.

—No lo necesitas. Yo ya te hago caso.

Los dos sonreímos, me tomó de la mano y comenzamos a caminar por el castillo. Él no lo sabía, pero para mí era algo muy importante que él me hiciera caso y que tuviéramos una relación.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Where stories live. Discover now