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Las siguientes semanas pasaron demasiado rápido, entre trabajos y exámenes, aunque tenía una preocupación menos, ya que habíamos ganado la copa de quidditch. Estaba empacando mis cosas, porque al día siguiente regresábamos a casa, mientras escuchaba el parloteo incesante de mi prima, que lanzaba sus cosas dentro del baúl, sin miramientos.

-A veces no lo soporto -decía, refiriéndose, como siempre, a Cedric Diggory.

-¿Te piensas ir sin hablarle de tus sentimientos? -pregunté, mientras doblaba una capa y la guardaba en el baúl.

-Después de todas las señales que le he dado, no debería tener que decirle directamente lo que siento, ya deberíamos saberlo.

-Parece que no lo sabe. Además, sería mejor que le dijeras directamente. Si tienen una conversación seria, sabrás a ciencia cierta lo que él siente.

Ella se detuvo un momento y se quedó mirándome con expresión de desconcierto.

-¿Cómo es que das tan buenos consejos cuando nunca has estado en una relación ni te has enamorado? -preguntó.

Me encogí de hombros, cerré la tapa del baúl y me senté sobre él.

-Solo pienso en lo que haría si estuviera tan enamorada de alguien como tú lo estás de Cedric -dije.

A veces me parecía casi imposible llegar a enamorarme realmente de alguien, nunca me había pasado, a pesar de que había conocido a chicos realmente interesantes en Hogwarts. Miré con nostalgia toda la habitación, otro año había pasado y ya quedaba mucho menos tiempo para terminar mis estudios.

A la mañana siguiente, Madeleine y yo casi perdimos el tren porque nos quedamos dormidas, por suerte, llegamos justo a tiempo. Pasamos casi todo el viaje durmiendo, y casi habíamos llegado cuando Fred y George pasaron a despedirse de mí. Le di un breve abrazo a cada uno y quedé en escribirles de vez en cuando durante el verano. Cuando llegamos, mi prima se fue, como era de esperar, a buscar a Cedric para despedirse de él. Yo me dispuse a bajar del tren e ir a buscar a mis tíos.

-Vamos a descansar el uno del otro en este verano -comentó Riddle, a mi lado. Ni siquiera me había dado cuenta de en qué momento había aparecido.

-Vamos a encontrar energías para seguir peleando el próximo año -le dije, girando un poco para mirarlo.

También me miró y compuso aquella sonrisa burlona que me decía que muy seguramente, el próximo año nuestro permanente enfrentamiento sería peor.

Desapareció de mi lado con la misma rapidez con la que había llegado, y yo fui a donde estaban mis tíos. Ellos se acercaron para saludarme cariñosamente, pero desde el momento en que lo vi, pude notar que mi tío Remigius parecía preocupado. Esperamos un rato hasta que por fin llegó Madeleine y luego nos fuimos a casa.

Llegar a casa siempre era algo muy agradable para mí, después de pasar unos minutos frente al retrato de mi madre, subí a mi habitación y pasé las siguientes dos horas organizando mis cosas y vaciando el baúl. Como la actividad de desempacar no exigía gran concentración, ni me hacía ocupar mi mente, de nuevo me encontré pensando en Riddle. Pasaría varias semanas sin verlo y me preguntaba en dónde pasaría él el verano. No olvidaba aquella conversación en la sala de trofeos durante el castigo, cuando había dicho que tampoco había conocido a sus padres. No olvidaba ni una sola palabra de las que me había dicho ese día, por mucho que trataba apartarlas de mi mente y convencerme a mí misma de que por mi bien, tenía que seguir odiando a Riddle tal como lo había hecho durante cuatro años.

Llegó la hora de cenar y bajé al comedor, donde mis tíos esperaban a que llegara mi prima.

-¿Sabes si Madeleine está saliendo con algún chico? -preguntó de repente mi tía Clarissa. Me sobresalté un poco, pero después moví la cabeza negativamente.

-No que yo sepa -le respondí.

Ella intercambió una mirada con mi tío Remigius y luego volvió a mirarme.

-La única explicación que le encontraba para las malas notas que ha tenido, era que estuviera saliendo con alguien -dijo, como si hablara consigo misma.

-Ya hablaremos con ella -dijo mi tío Remigius mientras desdoblaba la servilleta y la ponía sobre su regazo.

Poco después apareció mi prima. Se quedó mirándonos uno por uno antes de sentarse sin decir absolutamente nada. Comenzamos a cenar en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que llegó un búho con una carta. Recordé las vacaciones de navidad, cuando había pasado algo similar, aunque esta vez, era una carta normal y no un vociferador. A pesar de eso, mi tío adoptó una expresión de profundo desagrado y se dispuso a leer mientras terminaba de cenar. Casi acabábamos el postre cuando por fin dijo algo, dirigiéndose a mi tía Clarissa.

-Tenemos que hablar -le dijo.

Ella solo asintió y se apresuró a terminar de comer. Tan pronto acabaron, los dos se pusieron en pie y salieron en dirección al estudio. Pasaron unos pocos minutos antes de que Madeleine se levantara también de la silla.

-Vamos -me dijo en voz baja, y con un gesto me indicó que fuera tras ella.

Dudé un poco porque no me gustaba eso de escuchar conversaciones ajenas a escondidas, pero al final la curiosidad ganó, me encogí de hombros y me fui con mi prima hacia el estudio. La puerta estaba cerrada, pero si pegábamos el oído a la pared, podíamos escuchar lo que mis tíos hablaban adentro.

-Ella ya está en edad de saber todo, y de conocerlo -decía mi tía Clarissa.

-Pero es que si habla con él, no sabemos qué cosas invente para hacernos quedar como los malos de esta historia -replicó mi tío Remigius.

-¿Y tú crees que si quisiera ponerla en nuestra contra no lo habría hecho ya? Piensa, Remigius... pudo buscarla cuando van a Hogsmeade, o en el callejón Diagon, o enviarle una carta. Si no lo ha hecho aún, es porque esas no son sus intenciones.

-Entonces...

-Habla con ella, háblale de él, cuéntale todo, así cuando él venga, ella estará preparada y no se llevará una gran sorpresa.

-No me va a perdonar que le haya ocultado la verdad.

-Ella no va a odiarte, puede que al principio esté disgustada o no comprenda, pero cuando se haga a la idea, volverá a la normalidad.

Como siempre, mi tía Clarissa siempre tenía la última palabra, y mi tío Remigius le hacía caso prácticamente en todo. Su conversación me causaba una gran confusión, quería saber de quién estarían hablando, pues no habían mencionado ningún nombre. Mi prima y yo supimos que la conversación había terminado y nos fuimos lo más rápido posible, de manera que mis tíos no se dieran cuenta de que habíamos escuchado lo que estaban hablando, o se molestarían mucho. ¿Qué secretos guardarían?

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Where stories live. Discover now