Lo intenté // Sanwoo

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Aquella habitación estaba en total silencio, bueno... casi. Lo único que se podía escuchar, era el sonido que su jefe estaba haciendo al estar buscando unos documentos, los cuales, estaban dentro de un archivero de metal color blanco. Era bonito, a su gusto.

El mayor le había dicho que se sentara en unos de los sofá individuales que estaban cerca del escritorio, así que sólo se limitó a asentir y obedecer. El despacho de su jefe era lindo pero, había un problema, el lugar era oscuro; se podía ver, pero la luz del sol no entraba, debido a que las cortinas,de color café, estaban bajadas en su totalidad. Las paredes eran color café, al igual que el escritorio, todos los muebles, a excepción del archivero, eran de color negro. El rubio no se sentía cómodo con ello, para nada.

Cuando su jefe encontró lo que estaba buscando, se sentó y colocó los documentos sobre el escritorio. Su mirada no era para nada de felicidad, sino más bien... no, no era nada, su mirada y su semblante estaban normal, pero Wooyoung, de alguna manera, sabía que el mayor estaba teniendo una batalla mental.

—Deja de mirarme —. Habló San asustando al menor.

—Yo lo...

—Mejor guarda silencio —. Soltó de golpe, su voz no sonaba nada amable. Pasados unos segundos, dijo: —ChanHee es una mala persona, al igual que su padre. Ninguno de ellos sabe lo que es la preocupación... —. Dijo. El menor solo estaba atento a cada palabra. —... no saben nada. Ambos son personas terribles, incluso más que yo...

—Usted no es... mala persona —. Se atrevió a hablar.

El pelinegro levantó la vista para poder observar al rubio. Wooyoung tenía un lindo rostro, y unos ojos que le gustaban. A pesar de eso, como antes ya lo había dicho, no podía tener una relación formal, no les convendría a ninguno de los dos. Wooyoung saldría lastimado, de alguna u otra manera, y él... él terminaría peor de lo que ya está, su mente dejaría de pensar. No era algo bueno para nadie.

—Aunque es poco tiempo... quiero decirle que usted es bueno, aunque no lo crea. Los demás le hacen pensar de esa manera, la gente dirá mil cosas para destruirlo, no importa si es física, emocional, o, incluso, económicamente. Esas personas lo harán sin importar nada, pero usted debe ignorar eso, debe... demostrarles que es mejor. Jefe Choi, sé que es difícil, pero debe tratar —. Sinceró el rubio. —No le digo que cambie, porque ninguna persona puede cambiar, pero si puede mejorar cada día, poco a poco —. Aseguró con el rostro iluminado por una sonrisa.

San frunció el ceño y volvió la vista a las hojas con texto que estaba leyendo. La mente del mayor estaba en blanco, hasta que recordó aquel nombre. Su pecho dolía, una sensación de desesperación comenzó a florecer en su interior, quería destruir todo a su alrededor, pero no era el mejor momento, asustaría al menor y eso no sería agradable.

La habitación volvió a quedar en un rotundo y profundo silencio, no existía ningún ruido, no se escuchaba nada. Para el rubio, eso era algo incómodo. El mayor estaba leyendo detenidamente sus documentos, unos que tenía que presentar en la próxima junta. De reojo, observó como el rubio hacía gestos y pucheros, dando a entender que estaba desesperado, ese acto del contrario le causó ternura. Sonrió un poco a la vez que dejaba, de nuevo, la hoja de papel sobre el escritorio. Dejó caer su peso en el respaldo de su silla, se cruzó de brazos y miró, sin expresión alguna, al menor sentado frente a él; este estaba con las manos bajo sus muslos y con la mirada en el suelo. Aquel comportamiento que tenía el rubio, para San, era como la actitud de un niño pequeño, quien está sentado en una silla jugando con sus pies al no alcanzar el suelo. Era hermoso.

—Eres muy lindo —. Confesó el mayor, logrando que Wooyoung se detuviera y levantara la vista.

Estaba confundido, sorprendido y nervioso por lo que había escuchado. No podía creer que esas palabras hubiesen salido de la boca de su mayor. Eso causó un revuelo en su estómago.