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La noche había caído tan rápido como una piedra lanzada a la nada, el frío de ese lugar le calaba los huesos con fuerza, sin piedad, y hasta hacerle doler todo el cuerpo. Al abrir los ojos, lo primero que notó fue que estaba en un sitio totalmente desconocido para él, las paredes de color café con manchas rojizas, que bien parecían sangre salpicada, un piso blanco con tonos en beige y café, y un olor para nada agradable, no sabía de dónde provenía tal aroma, pero le causaba asco, y demasiado.

Trató de levantarse, pero no pudo; sus manos estaban atadas tras su espalda, y sus pies amarrados a las patas de la silla en la que estaba sentado, su espalda dolía mucho y, teniendo en cuenta que su estómago comenzó a revolverse un poco, quería vomitar, pero se contuvo.

Todo era silencio, pero lo único que se podía apreciar, era el sonido de las cortinas al ser levantadas por el aire que entraba por la ventana. Era un ambiente aterrador.

Un escalofríos le recorrió al escuchar pasos fuera de aquella habitación tan lúgubre, el miedo se insertó dentro de su ser y en su rostro. La puerta se abrió con lentitud, dejando ver a una persona extraña para él, jamás lo había visto. La mirada de aquel hombre era oscura, como el fondo de un pozo, un aura dominante y una sonrisa nada linda, parecía un loco mirando su preza, con lujuria, con deseo, con otras intenciones... era muy escalofriante para el menor.

-Eres muy lindo -. Habló el hombre, por primera vez desde que había entrado. -Un lindo chico de porcelana -. Rió con burla.

Los ojos del rubio, inmediatamente, se cristalizaron, indicando que lloraría, el miedo que sentía era indescriptible, no podía describir con claridad aquellas emociones tan negativas que se habían instalado en su persona.

-Mírate, no eres más que un chico común, uno que espera a que la vida le trate bien, ¿Pero sabes qué? Eso no pasará -. Volvió a decir, mientras miraba al joven con burla.

Llevó una de sus manos al rostro del menor y lo acarició, limpió las lágrimas que salían sin control de los ojos contrarios, aún manteniendo esa horrible sonrisa que solo causaba terror al menor.

-¿Sabes cómo llegaste aquí? -. El menor negó como respuesta. -Tu amigo Johnny te trajo, eso es divertido, ya que, a él ni siquiera le importas -. Se carcajeó.

-Quiero irme... de aquí, por favor -. Pidió con voz cortada, sus sollozos se escuchaban por toda la habitación.

El mayor le observó con seriedad, lo tomó del mentón con fuerza, obligando a que lo mirara.

-Escucha, mocoso, tengo órdenes, y no echaré mi palabra por un chico insignificante como tú, ¿Lo entiendes? -. Aclaró.

Wooyoung no supo que hacer, más que solo asentir. El hombre le soltó y salió del lugar azotando la puerta. Estaba asustado, quería saber en dónde se encontraba, el porqué estaba ahí, más bien... el porqué su amigo le había llevado a ese sitio tan feo.

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-Presidente Park, hayamos esto tirado en el corredor -. Habló una chica de cabello plateado, a la vez que le entregaba al susodicho una USB de color blanco.

-Gracias Mia -. La joven asintió y se retiró. -Irene, ¿Sabes en dónde está Wooyoung?

-No, la verdad no sabría decirle, pero, ¿Quiere que lo vaya a buscar?

-Si, por favor, lo necesito ahora -. Pidió.

Irene sonrió y salió de la oficina, yendo directo a la cafetería, suponiendo que ahí debía estar el rubio. Sin embargo, al entrar, solamente vió al guardia de seguridad y al encargado de la vigilancia, quienes platicaban un poco mientras tomaban un poco de café.

Lo intenté // SanwooWhere stories live. Discover now