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La noche era tranquila, y bastante hermosa, pero esa vez lo era aún más, ya que tenía a su lado a Choi San, aquel hombre que hacía latir su corazón a una velocidad increíble, aquel mismo hombre que podía sacarle las sonrisas más sinceras. Amaba ver y perderse en esos ojos negros que le habían cautivado desde la primera vez que pudo admirarlos, adoraba cada segundo que pasaba a su lado, pues el tiempo, a pesar de correr rápido, era agradable.

Ambos se encontraban sentados en el césped, admirado esa luna llena que resplandecía con intensidad. El menor se encontraba sentado entre las piernas del pelinegro, manteniendo su cabeza recargada en el pecho del mismo, mientras que San lo abrazaba por la cintura, sin duda alguna, era una paz increíble la que se lograba sentir en ese lugar.

-San -. Musitó el rubio, llamando por completo toda la atención del mencionado.

-Dime

-Tengo miedo... -. Sinceró, haciendo una pausa. -Tengo miedo de... de la gente mala -. Sinceró.

-¿Por qué lo dices? -. Preguntó con tono dulce, depositando un corto beso sobre la mejilla del menor, quién se estremeció debido a aquel acto.

-Hace rato... -. No podía. No, de verdad que no podía, las palabras que quería decir, simplemente no salían de su boca. -Yo...

-Woo, tranquilo, ¿Qué tienes? -. Cuestionó. El simple hecho de ver al joven, con una mirada que solo reflejaba terror, le hizo preocupar mucho.

-Cuando yo... -. No pudo, pues, hecho de recordar ese tacto tan vulgar que un completo desconocido le había propiciado, le hacía sentir sucio, a parte de nervioso.

Sin darse cuenta, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, mojando sus mejillas a cada paso que daban. Tenía miedo de lo que pudo haberle pasado, tenía miedo de volver a sentir aquello, tenía miedo de... de que alguien que no fuese San, lo tocara.

-No llores -. La voz del mayor sonaba muy preocupada, al igual que si mirada.

El pelinegro abrazó con fuerza al contrario, tratando de que este parará de llorar, no le gustaba verlo en ese estado, y más, si no sabía lo que tenía. A los pocos minutos, el rubio soltó un suspiro para poder calmarse, estaba muy mal, no solo por las palabras de un hombre extraño, sino también por qué pudo haber sido violado; lo peor de todo era que había estado vendado de los ojos, por lo que no hubiese podido decir quién le había hecho tal cosa.

-Me asustaron, San -. Confesó con la voz partida. -Cuando Byoung me traía, se regresó por la lámpara, dejándome solo y con los ojos vendados... en eso, yo... una mano me acarició con deseo, luego de eso... un hombre me dijo algo, dándome a entender que me violaría si no fuese porque tú me estabas esperando -. Habló, con cada palabra, su corazón dolía, el miedo continuaba estando presente, a cada instante.

El mayor frunció el ceño, eso le había molestado demasiado, a tal punto, que se levantó de golpe, estaba decidido a encontrar al culpable. Sin embargo, cuando estuvo por comenzar a caminar, unos brazos al rededor de su cintura le detuvieron.

-Wooyoung...

-No hagas nada, por favor -. Dijo en un susurro a penas audible para el mayor, para luego recargar su frente en la espalda de su jefe.

Aunque no era mala idea eso de buscar al culpable, para el rubio no era algo importante, pues bien sabía que si esa persona se atrevió a tratarlo así, entonces estaría dispuesto a dañar a su novio, y era lo que menos quería. No deseaba perder al mayor, vaya que eso le sería sumamente doloroso, no lo soportaría, para nada.

El pelinegro bufó, se giró hacia el joven y lo abrazó, llevando una de sus manos a la cadera del contrario, y la otra a la melena rubia de su pareja, para luego acariciarla, con mucha delicadeza. Las lágrimas aún estaban allí presentes, impidiendo que San se apartara.

Lo intenté // SanwooDär berättelser lever. Upptäck nu