PREFACIO

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SAMUEL

WASHINGTON, ESTADOS UNIDOS. JUNIO 25.

Poder, eso es lo que más tengo ahora. Ahora que soy ministro, máximo jerarca de la milicia Norteamericana, con camino a declararme el mejor ministro que se haya visto. Superando a mi padre y hasta a mi mismo abuelo.

La gente aplaude mirando en mi dirección a mi, políticos, soldados y ministros de otras centrales. La mujer que tengo al lado sonríe a la cámara, Oriana viste un traje color piel hasta las rodillas, ceñido, tiene buenas curvas de la cintura hasta abajo, cabello ligeramente rubio casi castaño y sabe mantener las apariencia. Es la hija del presidente de Estados Unidos, supongo que para eso la criaron.

Gracias al infierno, esa farsa terminará pronto.

Ya logré lo que quería y no pienso seguir aguantandola.

No ahora que ya la use para lo que la necesitaba.

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Me muevo por el penthouse que tengo aqui en Washington, los colores son oscuros, —como yo— los sofas negros albergan el salon en el que me muevo sacandome los zapatos de entrapie relucientes, llevo las manos a mi chaqueta militar la que ahora carga la insignia dorada que demuestra quien soy en el mundo militar. Desabotono el primer botón y...

— Déjame hacerlo cariño. —pide Oriana.

Tienes ojos pequeños pero coquetos, es delgada y bajita. Desliza los dedos por mi chaqueta y la miro mientras desabotona los botones con cuidado, se lo que busca y... un polvo no me vendría mal después de un día tan largo como este.

Se pone de puntillas besando mis labios con suavidad, esa que caracteriza a las mujeres que son criadas para en vez de superarse buscarse un marido que las mantenga y Oriana Moore, es eso, tiene clase, educación y es culta pero nada de eso le sirve para salir al mundo sin un hombre.

— No me jodas y mejor dime que quieres coger. —espeto tomándola del cuello, sus piernas se separan y muerdo su labio inferior mostrándome como el macho que soy.

— Dios... —musita.

El tipo de sexo que me gusta y practico no le gusta a Dios, el tipo de sexo que me gusta y practico es el unico que conozco y me complace. Sexo duro y violento.

Mi boca baja por su cuello, su olor viaja por mi nariz y beso su pecho quitándole la blusa que deja ver las copas del sostén, es blanco, simple, como ella. Bajo las copa y me prendo de sus senos, succiono sus pezones y lameteo sus aureolas.

Deslizo la boca por su abdomen, mientras llevo las manos a su cintura desabrochando la falda que cae dejando las bragas tipo bikini. Deslizo las misma a medida que ya me estoy soltando el pantalón, siento la erección que me maltrata y duele. Separo las piernas de Oriana, relamiéndome los labios.

Llevo la mano a la billetera, sacando el sobre delgado que alberga el preservativo que deslizo en mi miembro. Siento el bombear de mis venas, me agacho tomándola de la cintura y la alzo deslizandome dentro de ella en una estocada que la hace chillar.

— Te amo... Dios... —jadea y beso su cuello.

No le hago caso a lo primero y menos a lo segundo. Soy una persona difícil de amar y con todo lo que he hecho para llegar a donde también sé que no soy el favorito de Dios.

TÚ Y YOWhere stories live. Discover now