CAPÍTULO 23

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SAMUEL

AL FINAL DEL CAPÍTULO ANTERIOR.

Disparo a los hijo de perra que nos disparan a nosotros, corremos entre la nieve, los disparos hacen eco en todo el lugar y maldigo la maldita nieve de este maldito continente.

Maldigo todo.

Me disparan, los disparo apenas me rozan y veo como santiago dispara tumbando a uno de ellos. El frío golpea sin piedad nuestro cuerpos y seguimos disparando, luchando y cubriéndonos.

Aguantando.

Corremos en todas direcciones disparando a todo lo que se mueve, vuelvo a disparar y todo a mi alrededor pasa en un tiempo tan frenético y rápido que no siento, solo disparo y me dejo llevar por el calor del momento bajo los grados bajo cero de este lugar. Serpenteo entre los árboles y no bajo el arma cuando cambio el cargador.

Disparo tumbando a uno de ellos, corro y llego a la orilla del río congelado, los demás me cubren, disparan y se cubren entre ellos. Todos corremos en la misma dirección sin bajar la guardia, no se de donde mierda han salido tantos hombres, pero eso no impide que...

Mi mundo se detiene, dejo de sentir las sensaciones calurosas del momento y solo escucho mi pecho palpitar como loco.

Su cabello en una coleta se mueve a todas partes, veo más hombres armados y mi pecho colapsa dándome un sentimiento que nunca he sentido por nadie hasta ahora. Angustia.

Disparan y lo siguiente que veo quedará  en mi cabeza de por vida, una pesadilla, una alucinación y un gran desasosiego en mi. Ella cae al agua y veo todo rojo, disparo y los demás se unen a mi disparando, sin pensarlo me meto en el hielo aferrando las botas militares al suelo resbaladizo.

El hielo es delgado, pero no me importa algo me asfixia por dentro. Me vuelven a disparar y disparo tumbando a un hombre cuando le doy en la frente.

— ¡Victoria! —grita Ricardo y se mete al hielo del otro lado.

Los demás disparan, disparo a todo lo que se mueve cuando llego al agujero en el que cayó, mis ojos caen en este y mi pecho se aprieta cuando no está, oscuridad, oscuro y la nieve cae por las orillas dentro del agua congelante.

—¡Cúbranme! —ordeno.

Vuelven a disparar y los demás hacen lo mismo, tiros van y vienen, me arrodillo en el suelo sacudiendo la nieve con las manos, nada, eso es lo que veo nada. Me tenso y sigo rebuscando la nieve, sin resultado.

Los disparos no cesan, he perdido la noción del tiempo solo me dedico a buscarla, a buscar su rostro atrás vez del hielo y siento el tensar de mis manos por el frío.

— ¡Samuel! —grita alguien y no puedo identificar la voz.

No me concentro.

Solo escucho mi pecho palpitar.

Mis orejas calientes.

Mis ojos tienen que verla.

— ¡Sal de ahí! —grita Ivanna— ¡Ricardo! —gritan.

Los disparos se escuchan, viajan de un lado del río al otro, no pienso, no puedo, necesito encontrarla. Rebusco la nieve, la brisa golpea mi rostro y ni siquiera eso me enfría, estoy caliente, todo arde y solo escucho los disparos a mi alrededor.

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