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VICTORIA
Septiembre 23, Washington Estados Unidos.
Desde que el despertador suena le doy al botón apagando el molesto sonido. Me quedé tendida en la cama toda la noche, llorando, reflexionando y sufriendo. Después de hacer maletas. Llegue a una conclusión.
La distancia a veces es la única manera de encontrar la paz.
Me meto en la ducha, espero unos minutos debajo del agua y salgo de la ducha. Me lavo los dientes y me peino el cabello en una coleta alta, me pongo una camiseta negra, unos camuflados de color negro y unas botas. Recojo algunas cosas que están tiradas en el suelo mientras espero a que salga la hoja que estoy imprimiendo de la computadora.
Mi pase fuera de este infierno en el que yo misma me condene.
Tomo el papel y lo meto en una carpeta junto a algunos otros papeles. Tomo las llaves del coche y mi gabán de color negro, cuando veo a través de la ventana que está lloviendo. Cuando salgo de mi habitación veo a Adrián poniendo la mesa para desayunar él me mira esperando a que yo sea la que hable.
— No podré desayunar contigo hoy, tengo cosas que resolver en el comando. —explico y camino hasta él y saco unas llaves de mi bolsillo— Puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites. —digo y él mira las llaves confundido.
— ¿De que hablas? —dice.
— Te estoy diciendo que te quedes por un tiempo, cuando te entreguen tu apartamento me guardas la llaves. —digo.
— ¿Estas bien? —pregunta poniendo su mano en mi hombro.
— No. —digo— Pero voy a estarlo. Me tengo que ir. —digo dando un paso atrás.
No dejo que me diga nada cuando salgo por la puerta. Voy a ir por eso que anhelo, voy a ir por mi paz mental, mi paz. Eso es lo que necesito y voy a tomar. No me importa cuando me cueste recuperarlo, cuantas lágrimas tendré que dejar salir para recuperar ese sentimiento. Pero lo haré.
Bajo las escaleras de dos en dos, saludo al portero y camino hasta el parqueo en busca e mi coche. Me subo en mi coche y lo enciendo, estiro mi mano y marco el número que está en la tarjeta que analice a fondo durante toda la noche. Pasan varios tonos y contesta una voz masculina.
— Buenos días. —dicen rápidamente.
— Buenos días, habla la teniente Victoria Marchetti. —digo.
— Teniente, que bueno escucharla. ¿Se ha pensando mi propuesta? —pregunta ansioso.
Piso el acelerador en las calles.
— Si señor. —digo.
— ¿Aceptas venir al comando colombiano? —pregunta.
Trago saliva.
— Acepto. —digo.
Él me felicita por mi decisión y me dice que no me arrepentiré. Al cabo de unos minutos de hablar sobre el puesto y varias cosas más cuelgo el teléfono. Al cabo de unos minutos llego al comando, me bajo del coche cuando aparco y tomo la carpeta del asiento trasero.
Subo las escaleras de dos en dos, la gente me da los buenos días pero camino a mi oficina, necesito arreglar varias cosas y convocar una junta con los Elegidos, y el ministro. Deben firmar mi entrada al programa. Me siento en mi laptop, comienzo a llenar informes y demás, pido una junta con los Elegidos y me la dan al medio día.