CAPÍTULO 8

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VICTORIA

Washington Estados Unidos, Julio 8

Después de hacer ejercicio me visto como civil, mi padre ya me ha llamado siete veces,  en lo que va de la mañana para recordarme mi cita con el sicólogo a las 10:00 y recordarme que él mismo va a pasar por mi a la salida de la cita.

Me pongo unos vaqueros ajustados azules oscuros, una camiseta negra, recojo el cabello largo en una coleta sin dejar un solo cabello fuera y me pinto los labios de un color rojo carmesí.

Meto el móvil en una pequeña cartera y las llaves, hoy iré a mi departamento y me quedare allí por fin. Estoy cansada de dormir en este maldito comando. El reloj del comando vibra sobre la mesita de noche junto a la cama, no me lo pongo a menos de que no este trabajando. 

Oficina del ministro Hoffmann.

¿Qué quiere ahora?

Entonces lo recordé: Los informes.

¡Mierda! ¡Mierda!

Rápidamente salgo corriendo de mi dormitorio hacia mi oficina, varias personas me saludan pero ni siquiera me detengo ya que de esta 'segurito' y me echan del trabajo. Entro en mi oficina y enciendo mi MacBook, me meto en mis archivos rápidamente y busco los informes que debo entregarle al perro del ministro Hoffmann.

Le doy a imprimir mientras escucho la impresora sacar los papeles haciendo ese molesto y estúpido sonido. Tamborileo los dedos sobre la impresora mientras espero que termine de imprimir, el último papel sale y yo saco los papeles de la bandeja de salida de la impresora. Busco un clip sobre la mesa y mientras los organizaba dando pequeños golpecitos en la mesa apago las luces y salgo de la oficina como alma que lleva el diablo.

Llego corriendo hacia la oficina del ministro y me pongo de pie delante de su secretaria y por la cara que tiene puedo ver que el ministro la está volviendo loca.

— Que bueno que llegó teniente el ministro la espera. —dice.

— ¿Alguna advertencia? —digo.

— Está como el culo. —susurra y yo río.

Abro la puerta y el ministro está de espaldas mirando por el ventanal que da vista al patio de entrenamientos, su espalda es ancha y sus músculos se marcan a través de la camiseta verde oscura que tiene puesta.

— Ministro. —digo y hago un saludo militar.

Él se gira y sus ojos viajan por mi rostro, ha de estar preguntándose porqué no llevo el uniforme de pila. Sus ojos azules se detienen en mis ojos grises.

>> aquí están los informes que me pidió. —digo estirando el brazo.

Él hace lo mismo, no dice nada, solo extiende el brazo y toma los papeles arrancándolos de mi mano haciendo un leve roce con mis dedos. Sin despegar sus ojos de los míos. Su aroma está impregnado en el aire y es mucho mejor que todo el oxigeno que he llegado a aspirar y suspirar.

— ¿A dónde va agente? ¿No tiene trabajo? —me pregunta.

— Tengo cosas que hacer fuera del plantel. —digo y miro la hora en mi muñeca— Y si me disculpa se me hace tarde. —digo recordando a su prometida y no se porque tengo ese mal sabor en el estomago.

Él vuelve a recorrerme con los ojos y siento un ardor por todo el cuerpo. Hago un saludo militar para irme.

— Permiso para retirarme ministro. —digo firme y claro.

TÚ Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora